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Entre prójimos - Latin American Network Information Center

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86 KIMBERLY THEIDON<br />

múltiples. La Biblia fue un recurso semiótico frente a las situaciones límite y ofreció un<br />

lenguaje para expresar esta vida alterada, esta ruptura de la realidad. Las palabras bíblicas<br />

captaron las experiencias y también ofrecieron un alivio frente a las mismas: "La palabra<br />

de Dios me ha llegado al corazón como agua refrescándome. Y calmó mi sed". El agua<br />

aparece muy a menudo como un agente curativo, por ejemplo, con el agua de olvido que<br />

lleva el dolor del cuerpo. "Y, por supuesto, el agua tiene resonancias religiosas en lo<br />

referido a la "limpieza del alma".<br />

De hecho, el mundo espiritual cruza el bienestar y el malestar. Los rituales que dan<br />

sentido a la vida -y demarcan la vida humana en contraste con la de los animales- fueron<br />

interrumpidos y, frente a tanta muerte, las personas no podían velar ni enterrar a sus seres<br />

queridos. Las imágenes de los muertos amontonados son imborrables. El no haberlos<br />

velado ni enterrado tiene implicancias en el destino de las almas de los muertos: han<br />

terminado en la mala muerte y esto repercute en la vida de sus familiares.<br />

Además, se pone énfasis en la fuerza de las imágenes, como si tales imágenes fueran<br />

imborrables. El infierno quema, la cabeza quema. Son experiencias surrealistas que<br />

quedaron como chamuscadas en la memoria. Así, las palabras de Dios calman esa<br />

quemadura.<br />

Finalmente, las personas invocan la "locura colectiva" cuando hablan de la realidad<br />

alterada por la violencia. En vez de ser una experiencia que aisló a la persona, fue una<br />

realidad compartida. Por supuesto que hay escalas de la patología pero "estábamos como<br />

locos" fue una experiencia socializada. Creemos que es justamente este aspecto colectivo<br />

el que explica, en gran parte, por qué tantos miembros de estos pueblos han logrado<br />

reencontrar la cordura.<br />

El alcanzo o daño<br />

En una comunidad ubicada en la zona altoandina de Huanta vive un curandero que se<br />

llama don Teodoro. Teodoro es un hombre pequeño. De hecho, su apodo es El Piki (en<br />

quechua, "pulga"), aludiendo a su diminuta estatura. La gente recurre a don Teodoro para<br />

que lea las hojas de coca y detecte los síntomas corporales, para identificar a un perpetrador<br />

cuando se determina que hay hechicería, y para caminar hacia los cerros y hablar<br />

con los apus, los dioses que habitan los cerros.

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