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que se originan en la mente. Por lo tanto, podemos concluir que
aunque la mente es un factor de poder decisivo en la salud, al mismo
tiempo es muy sutil y vulnerable a las influencias externas. Un aspecto
primordial para fortalecer y sostener la buena salud espiritual —cimiento
del bienestar físico y mental— es reemplazar las ilusiones derivadas
de los tres venenos por la sabiduría, el coraje y la convicción que
proporciona la práctica del budismo.
Las enfermedades kármicas
Las primeras cinco causas de enfermedad remiten a la existencia en
curso. La sexta causa, los efectos del karma, sitúa los orígenes en las
existencias anteriores, y por eso tiene un alcance muy distinto. Las enfermedades
kármicas pueden manifestarse como dolencias mentales o
físicas, y resultan muy difíciles —cuando no imposibles— de curar mediante
los métodos tradicionales.
El concepto del karma no se desarrolló para que las personas nos
resignemos a sufrir con impotencia. Cuando uno comprende correctamente
esta noción, reconoce de manera inmediata que es responsable
de los problemas que enfrenta en la vida y que debe empeñarse en superarlos.
Este reconocimiento abre las puertas de la verdadera libertad.
En el caso de las enfermedades kármicas, además de buscar un
mejor médico o cambiar nuestro enfoque, debemos tratar de erradicar
el karma negativo que constituye la raíz de la dolencia, pues de este
modo la enfermedad desaparecerá.
Las descripciones de las diversas enfermedades kármicas han cambiado
con el tiempo, y seguirán haciéndolo por fuerza. Por ejemplo, en
tiempos de Shakyamuni, la lepra constituía una enfermedad kármica,
porque en ese entonces era incurable; las víctimas no sólo sufrían de
un tormento físico —como la desfiguración y la muerte— sino de considerable
angustia psicológica, a causa de la repugnancia que inspiraban
y del aislamiento que les imponía la sociedad. Hoy, sin embargo,