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En otro escrito, Nichiren amplió este tópico:
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Aunque alguien se propusiera decapitarnos con un
serrucho, empalarnos con lanzas, sujetar nuestros pies
con grilletes y trepanarlos con un barreno, mientras
estemos con vida, debemos seguir entonando Nammyoho-renge-kyo,
Nam-myoho-renge-kyo. Si
mantenemos esta práctica hasta el preciso instante de
la muerte, Shakyamuni, Muchos Tesoros y los budas
de las diez direcciones vendrán hacia nosotros instantáneamente,
tal como prometieron durante la ceremonia
en el Pico del Águila. Nos tomarán de las
manos y nos cargarán sobre sus hombros, para transportarnos
hasta el Pico del Águila. Los dos venerables,
los dos reyes celestiales y las diez hijas de la Madre
Demonio nos protegerán, mientras que todas las
deidades celestiales y benevolentes extenderán un
dosel sobre nuestras cabezas y desplegarán, bien altos,
sus estandartes. Escoltados por ellos y bajo su protección,
llegaremos a la tierra de los tesoros de la Luz
Tranquila. ¡Cómo poder describir una dicha semejante!
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En ambos pasajes, Nichiren menciona a los incontables budas que
nos recibirán en el momento de nuestra muerte. Uno puede pensar
que estas referencias tenían el propósito de convencer a sus contemporáneos,
quienes respetaban profundamente a los budas. Sin embargo,
una lectura más cuidadosa de los textos nos permite ver que
frases como “mil budas” o “Shakyamuni, Muchos Tesoros y los budas
de las diez direcciones”, en realidad, se refieren a la Budeidad inherente
a nuestra vida, y al universo en sí. Nichiren estaba diciendo que
las personas que cree en Nam-myoho-renge-kyo y lo practican disfrutarán
de paz y serenidad, incluso en la muerte, porque han