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El mundo físico continuamente nos muestra que hasta las cosas infinitamente

pequeñas contienen un vasto potencial. Los médicos

creen, en general, que el universo entero se originó en un “huevo cósmico”

indescriptiblemente pequeño, acaso del tamaño de una

partícula subatómica. La fusión de diminutos núcleos puede producir

la inmensa energía de la bomba de hidrógeno. En un gen tan pequeño

que no puede ser visto al microscopio hay almacenados cientos de millones

de unidades de información. Y se cree que el cerebro humano

contiene unos quince mil millones de células llamadas neuronas, cada

una de las cuales extiende sus dendritas para establecer hasta diez mil

sinapsis o conexiones con otras neuronas. En virtud de esta red de escala

casi inconcebible, podemos afirmar que el potencial del cerebro

humano es prácticamente ilimitado.

Desde el punto de vista del tiempo, la vida a cada instante podría

pensarse como el corte transversal de un continuo que se extiende

desde el infinito pasado hasta el infinito futuro. Pensemos como si el

instante vital de una persona fuese una imagen de televisión. En el

lapso de un segundo, a través de la pantalla del televisor se disparan

treinta imágenes fijas sucesivas, que se fusionan para formar una

proyección coherente que parece estar en movimiento. Pero la longitud

de un momento, tal como éste es definido por las escrituras budistas,

sería mucho más breve aún que la duración de cada uno de esos

cuadros. El Gran comentario sobre el Abhidharma dice que hay “sesenta

y cinco momentos en cada chasquido de los dedos”; así que, en el

budismo, el instante es de brevedad inconcebible. Una existencia individual

es la acumulación de estos brevísimos instantes que fluyen

desde el pasado hasta el futuro a través del presente. Como la eternidad

es una secuencia ininterrumpida de momentos —y como cada momento

representa la condensación de toda la existencia—, nuestro estado

de vida a cada instante es de suprema importancia, y determina

el curso general de nuestra vida. Así pues, aprender a dominar cada

instante es un desafío de importancia crucial.

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