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ejemplo, nos referimos a la capacidad de nuestros ojos de discernir o

seleccionar. Digamos que estamos buscando las llaves con desesperación.

Como es habitual en estos casos, están a la vista, en medio del

vestíbulo, pero no las vemos. Y por más que las buscamos, seguimos

sin encontrarlas porque nuestros ojos han “seleccionado” qué información

enviar al cerebro; hemos presupuesto que las llaves no podían

estar en el centro de la habitación. (Después de todo, ¡si estuvieran allí

ya las habríamos visto!). A causa de esta creencia fijada en la conciencia

de la vista, la información recogida por los ojos —es decir, la presencia

de las llaves en el medio de la sala— no llega hasta el cerebro.

Se dice que la práctica budista “purifica” los sentidos y los demás

niveles de conciencia, para que podamos percibir todos los fenómenos

clara y correctamente. Los órganos de los sentidos son la interfaz que

une el pequeño universo de nuestra vida con el cosmos. Purificar

nuestros sentidos, entonces, significa armonizar completamente

nuestra vida con el universo, y “sintonizar” con su ritmo. El que purifica

el sentido de la vista puede apreciar, aun en la escena más corriente,

un milagro chispeante de vida. Y el que purifica el sentido del

oído puede reconocer a Mozart aun en la cacofonía del llanto de un

niño.

Un fragmento del Sutra del loto dice: “Si buenos hombres o buenas

mujeres aceptan este Sutra del loto y lo practican, si lo leen, recitan,

explican y predican, o lo transcriben, tales personas obtendrán ochocientos

beneficios de la vista, mil doscientos beneficios del oído, ochocientos

beneficios del olfato, mil doscientos beneficios de la lengua,

ochocientos beneficios del cuerpo y mil doscientos beneficios de la

mente. Con ellos, podrán adornar sus seis órganos sensoriales y purificarlos

a todos”. 1

Este pasaje menciona diversas clases de actividades, que el budismo

denomina las “cinco prácticas”: aceptar y practicar el Sutra del loto;

leerlo; recitarlo; explicarlo o predicarlo; y transcribirlo. En el budismo

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