29.03.2023 Views

355449804

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

74/246

Vuelvo a citar a Goethe: “La dicha de la vida es grande; más grande

aún es la dicha de vivir”.

Una existencia de compromiso y de claro propósito comienza por las

metas que cada uno decida trazarse. En la vejez, más que en cualquier

otro período, es importante indagar nuestro valor como seres humanos.

¿Qué aspectos de nuestro corazón valoramos, más allá del

prestigio y de la posición social?

El doctor Norman Cousins, pacifista y ex profesor adjunto de la Facultad

de Medicina de la UCLA, me dijo en una oportunidad: “La

muerte no es la mayor tragedia que habremos de enfrentar en la vida;

mucho más trágico es que, mientras una parte de nosotros sigue con

vida, otra parte importantísima haya muerto. No hay tragedia que

conlleve un mayor espanto. Lo esencial es construir algo valioso en la

vida”.

El propósito de nuestra existencia, hasta el último momento, es

crear valor. No hay vida tan noble como la de aquellos que viven dedicados

a algo en lo que creen y luchan denodadamente, empeñándose

con abnegación en bien de sus convicciones. Cuando uno llega a la

vejez, sabe perfectamente, en su fuero interno, hasta qué punto está

satisfecho con su vida. Esto es algo que nadie más puede saber o decidir

en nuestro lugar. El desafío más grande que el ser humano enfrenta

en esta sociedad, en rápido proceso de envejecimiento, es poder

decir honestamente al término de sus días que valió la pena cada jornada

de su existencia.

Una actitud positiva nos colma de energía: “El futuro está esperándome.

¡Tengo nuevas metas, y allí voy, decidido a lograrlas!”. El que

vive cada día al máximo puede guiar su existencia hasta un final glorioso,

como el dorado crepúsculo que ilumina el firmamento en todas

las direcciones.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!