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Las tres funciones de la Ley Mística
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De acuerdo con el Sutra del loto, ni siquiera los budas —encarnaciones
del estado de vida ideal— viven totalmente libre de enfermedades.
Lo que cuenta, en última instancia, es nuestra capacidad de
poner en marcha el poder curativo innato que posee nuestra vida.
Cultivar este poder curativo depende de nuestra voluntad individual.
El papel de la voluntad en el proceso de curación está viéndose cada
vez de manera más clara. Por ejemplo, cuando alguien descubre que
padece de una grave afección y reacciona con abatimiento y desesperanza,
es mucho más proclive a sucumbir que si rehúsa aceptar la noticia
como una sentencia a muerte y elige combatir la enfermedad.
Nuestra fuerza de voluntad afecta la capacidad fisiológica de producir
“remedios” naturales —hormonas, enzimas y anticuerpos— que sirven
para combatir las influencias perniciosas y preservar la vida.
Así pues, la fuerza de voluntad nos ayuda, de manera decisiva, a
aprovechar plenamente nuestras facultades curativas innatas. En este
contexto, la fuerza de voluntad se refiere a la intensidad y a la fuerza
con que podamos percibir y extraer el verdadero aspecto de nuestra
vida, que, según el budismo, abarca un potencial infinito y es de escala
cósmica. Este tipo de voluntad deriva de la absoluta convicción en la
naturaleza ilimitada de nuestra existencia, y de un sólido sentido de
propósito y responsabilidad hacia este mundo.
La fortaleza de la medicina budista yace en desarrollar la naturaleza
de Buda inherente; esta es la clave para activar el potencial ilimitado y
la energía infinita que posee la vida humana.
Myo, la sílaba presente en myoho (de Nam-myoho-renge-kyo) significa
“místico” o “más allá del entendimiento humano”; describe una
fuerza creativa y continua que palpita en cada entidad viviente y
sostiene su actividad. Esta fuerza posee tres características generales:
renovación, perfeccionamiento y apertura.