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de la vida, brinda interesantes perspectivas para la ciencia médica y la
psiquiatría. En las décadas recientes, las terapias de la medicina
psicosomática han incluido ideas relacionadas con el budismo. Por
ejemplo, algunos médicos, para ayudar a sus pacientes a superar sentimientos
de rencor y de mala predisposición, utilizan una terapia muy
afín a la noción budista del “amor compasivo o empático”. Se le indica
al paciente que forme una imagen mental de la persona que provoca
su resentimiento. Luego, se le pide que visualice buenas cosas que le
suceden a ese individuo; es decir, que imagine que esa persona recibe
amor, atención, dinero o cualquier otra cosa que el objeto aborrecido
podría llegar a desear.
De manera análoga, Shakyamuni enseñó una forma de meditación
que consistía en generar pensamientos considerados y compasivos
hacia los seres queridos, en primer lugar, para luego transferir esa corriente
emocional a las personas que activamente despertaban rechazo.
De esa forma, uno aprendía a dominar la ira, una gran fuente de
ilusión y de deseos perniciosos.
Tomar contacto con nuestra sabiduría interior, con nuestro amor
compasivo y con nuestra profunda fuerza vital es una meta decisiva. El
auténtico valor de una filosofía como la de las “nueve conciencias” se
revela plenamente sólo cuando uno hace surgir, de manera real y concreta,
el poder inmenso de su novena conciencia, de su Budeidad.
Nichiren expresó efectivamente la conciencia amala —la realidad
fundamental de la vida— en el mantra Nam-myoho-renge-kyo. De esa
forma, abrió un camino para que todas las personas revelaran su
propia Budeidad, y tomaran contacto con la dimensión de su yo superior
latente. “El cuerpo es el palacio de la novena conciencia, la realidad
invariable”, 5 escribió. Y llegó a la conclusión de que practicar la
entonación de Nam-myoho-renge-kyo era la vía para abrir la
Budeidad inherente a nuestra existencia, dejarla aflorar y purificar
nuestra vida desde adentro hacia fuera.