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correcta de la famosa “solución de Ringer”, que sigue usándose hasta
el día de hoy.
Nuestro cuerpo está formado de varios elementos comunes a todo el
universo: hidrógeno, oxígeno, carbono… Alguien que pese setenta
kilos tendrá aproximadamente cuarenta y tres kilos de oxígeno, trece
kilos de carbono, siete de hidrógeno y cuatro de nitrógeno; los tres
kilos restantes estarán formados de potasio, calcio, fósforo, azufre y
vestigios de otros elementos (incluido el oro, en cantidad equivalente a
0,0056 gramos).
Nichiren escribió: “Todos los fenómenos están contenidos dentro de
la vida, hasta la más pequeña partícula de polvo. Las nueve montañas
y los ocho mares están comprendidos dentro de nuestro cuerpo”. 20
Aquí, se refirió a las montañas y mares que, de acuerdo con la antigua
cosmología india, constituían el mundo. En otro escrito, señaló:
“Nuestro cuerpo imita en detalle el cielo y la Tierra”. 21 Esto implica
que nuestro cuerpo, fundamentalmente, es igual que nuestro mundo
físico; pero, además, que nuestra vida y la fuerza vital del universo son
indivisibles. La Ley Mística —Nam-myoho-renge-kyo— que “condensa”
la fuerza vital, se expresa a la vez en los seres vivos y en el ambiente
en que estos viven. Son dos, pero no dos, unidos en el sentido
de que ambos expresan la ley fundamental de la vida.
Suele decirse, en términos simplistas, que la “supervivencia del más
apto” es el factor dominante de la evolución. De acuerdo con esta idea,
a través de mutaciones aleatorias, ciertos organismos se adaptan mejor
a su ambiente que otros, y por eso tienen mayores posibilidades de
sobrevivir y de reproducirse, a medida que estas características mejoradas
son transmitidas a la descendencia. Pero este proceso ha sido
puesto en duda por científicos de diversos campos, desde la ecología
hasta la biología molecular. Un pionero de la “nueva evolución”, el
científico japonés Kinji Imanishi, dice que los seres vivos desempeñan
un papel dominante en su propia evolución. Y sugiere que, además de