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avanzaban extendiendo la infección a tendones, huesos y articulaciones.
Ajatashatru, rey de Magadha en los tiempos de Shakyamuni,
una vez contrajo una inflamación dolorosa en los tejidos profundos.
Su madre le dijo, acerca de esta enfermedad:
Cuando eras pequeño, se te formó un panadizo en
un dedo de la mano. Era tan doloroso, que no te dejaba
dormir, de día ni de noche. Tu padre te tomaba
en brazos y ponía en su boca tu dedito enfermo. Así,
consolado por él, lograste conciliar el sueño. El calor
de su boca hizo madurar el panadizo hasta que, por
fin, el absceso reventó. El Gran Rey se preguntó si debía
retirar el dedo de la boca para escupir el pus. Pero
pensando que eso reanudaría tu dolor, se lo tragó. Eso
hizo tu padre por ti.
Esencialmente, Bimbisara, padre de Ajatashatru, usó la boca como
compresa caliente. El efecto esterilizante de la saliva fue muy útil
cuando la piel se abrió para dejar salir la infección. Pero mucho más
que las consideraciones fisiológicas, el episodio pone de relieve el
amor empático y compasivo, que, según el budismo, es lo que debe
subyacer a todo tratamiento médico.
Shakyamuni, en principio, prohibía el uso del bisturí, especialmente
en el caso de hemorroides y de otras dolencias en la región anal. Su
postura parece totalmente razonable, dadas las dificultades de asegurar
una debida higiene. Para las afecciones en esta parte del cuerpo
solía indicar terapias nutricionales y el uso de ungüentos o pomadas
curativas. Pero no se trataba de un precepto absoluto. Si hacía falta
efectuar una incisión, Shakyamuni permitía que se pinchara un
absceso supurante con el tallo de una flor de loto, para drenar el pus.
Sólo permitía el empleo de cuchillos como último recurso.
En los sutras también se describe a Jivaka, un discípulo de
Shakyamuni conocido como el “rey de la Medicina”. Las fuentes