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uno u otro de los hemisferios, en pacientes con el ”encéfalo partido”
—es decir, pacientes con el cuerpo calloso cortado—; esto permitía a
los investigadores observar las respuestas de ambos hemisferios en
forma independiente. Los trabajos de Sperry demostraron que existía
una mente consciente en cada hemisferio.
El concepto budista sobre la inseparabilidad entre la mente y el
cuerpo concuerda con los descubrimientos de la ciencia; en particular,
los que demuestran la profunda interrelación entre nuestro cuerpo
físico y el mundo material, por un lado, y el aspecto espiritual o intangible
de la vida. El budismo reconoce lo físico y lo espiritual —dos
clases separadas de fenómenos— como términos indivisibles y continuos,
porque son aspectos de una misma realidad suprema. Cuando
distinguimos entre lo material y lo espiritual, estamos operando en el
nivel de los fenómenos; cuando hablamos de su inseparabilidad, lo
hacemos desde el punto de vista de la realidad última. Por ende, la inseparabilidad
entre la mente y el cuerpo describe la realidad esencial
de la vida.
La vida y su ambiente
El principio de inseparabilidad entre la vida y su ambiente deriva,
en gran medida, de los diez factores y de los tres principios de individualización.
Como antes dijimos, el budismo enseña que un ser vivo
se forma a partir de la unión temporal de los cinco componentes. Esta
unión da lugar a una identidad subjetiva que experimenta las consecuencias
kármicas de sus acciones pasadas. Pero debe haber, también,
un territorio en el cual esas consecuencias kármicas hallen expresión.
Dicho ámbito es el último de los tres principios: el del ambiente.
En oposición a él, los cinco componentes y los seres vivos —dos
primeros dos de los tres principios— corresponden a la vida.
Tanto la vida como su ambiente exhiben el efecto manifiesto producido
por los factores de la causa interna, la relación y el efecto latente.