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conciencia implica una capacidad o energía que opera en la vida humana,
ya sea que el sujeto tenga conciencia de ella o no.
La conciencia transcurre en varios niveles. El concepto de las nueve
conciencias, desarrollado mayormente por T’ien-t’ai y por la escuela
budista Guirnalda de Flores en la China del siglo VI, analiza los diversos
estratos de la conciencia y esclarece el funcionamiento de la vida
en sí. Este concepto difiere de la noción de los diez estados. Pero en la
enseñanza de T’ien-t’ai, estos dos principios budistas se superponen,
en tanto la novela conciencia puede equipararse al décimo estado de
Budeidad. Nichiren no expuso el concepto de las nueve conciencias,
pero adoptó su conclusión: que la novena conciencia equivalía al estado
de Buda.
Cada ser vivo asimila información de su entorno y se ajusta a ella.
Para sobrevivir, los seres dependen de esta capacidad que les permite
percibir el ambiente y responder a él. Hasta las plantas pueden advertir
el cambio de las estaciones y adaptarse a los cambios climáticos del
invierno y el verano. Por ejemplo, en época invernal, los árboles de follaje
estacional se desprenden de sus largas hojas para no perder
mucha humedad a través de su superficie.
De manera análoga, los seres humanos también tenemos capacidad
de responder a nuestro mundo circundante. Por ejemplo, podemos
discernir qué es comestible y qué cosas no son aptas para el consumo.
Con solo mirar un plato lleno de frutas, podemos saber si son artificiales
o no. Pero aunque el olfato o el tacto pudiesen caer en el engaño,
nos alcanzaría con dar un mordisco para saber si son reales. El discernimiento
y la percepción son necesarios para la supervivencia de
los seres vivos.
Las primeras seis conciencias: Percepción sensorial
e integración