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que los dos personajes más interesantes del siglo XIX fueron Napoleón
y Helen Keller; hizo notar que si bien Napoleón había planeado conquistar
el mundo por medio de la fuerza, sin poderlo lograr, Helen
Keller había triunfado con el don de su tremenda fuerza espiritual,
pese a cargar con una triple incapacidad. 3
La séptima conciencia: El yo inferior
Las primeras seis conciencias son respuestas al mundo fenoménico
exterior de cada día. Estas funciones son fáciles de reconocer, dado
que operan en la “superficie” de la mente; es decir, en el plano consciente.
Al margen de excepciones como el sueño, cuando la sexta conciencia
opera en forma autónoma, las primeras seis conciencias responden
siempre al estímulo constante que ingresa desde el exterior.
Como funcionan en forma ininterrumpida, de un instante al siguiente,
nos resulta fácil pensar que poseemos un yo invariable y fijo, y que ese
yo supervisa y controla las seis conciencias.
La función que nos lleva a creer en la existencia de un yo permanente
se denomina séptima conciencia. Este séptimo nivel representa el
mundo interno y espiritual, y es la fuente de la identidad del yo, que
opera en nombre de la autopreservación y de la expansión. Parece corresponder
a la idea occidental del ego o yo consciente.
En realidad, ese yo está siempre sometido a un proceso de cambio,
momento a momento, al igual que nuestro cuerpo y que todos los demás
fenómenos. Como instintivamente estamos “sujetos” al yo, lo percibimos
como algo constante. Recordamos los acontecimientos de
nuestra vida y construimos un “relato” o historia personal sobre lo que
somos. Sin esa capacidad, sería difícil existir en el mundo. Pero el
apego a este yo fugaz se torna problemático, cuando equivocadamente
lo confundimos con una entidad invariable y, por ende, dejamos de
buscar lo realmente inmutable y profundo.