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De aquí en adelante
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Cada vida individual contiene, en su totalidad, a las muchas leyes
del universo, y también contiene el poder fundamental que subyace a
todos los fenómenos. Cada momento de nuestra existencia individual
es exactamente equivalente a la vida cósmica. Pero muy a menudo,
nos adherimos a la idea de que somos seres separados, sin poder ver
que todas las expresiones de la vida son indivisibles.
Nichiren dijo que la verdadera independencia consistía en tomar
conciencia de la Ley suprema de la vida y en mantener la armonía con
ella. Establecer esta independencia equivale a revelar la naturaleza de
Buda inherente al propio ser; es la capacidad de emplear nuestras circunstancias
individuales como medio para crecer, más que vivir restringidos
por ellas o controlados por las ilusiones y los sufrimientos
del nacimiento y la muerte. En vista de la posesión mutua de los diez
estados, debemos tratar de establecer el estado de Budeidad como
base de todos nuestros actos.
Cuando aflora nuestra Budeidad inherente, se pone en acción el
poder innato (uno de los diez factores) de nuestra sabiduría y de
nuestra solidaridad universal. Mediante la ley de causa y efecto (también
incluida en los diez factores), se fortalece y consolida la expresión
de nuestra Budeidad, hasta que llega a ser una fuerza integral de todas
nuestras experiencias vitales.
A medida que aflora nuestra naturaleza de Buda, también lo hacen
las cuatro cualidades de la Budeidad —eternidad, felicidad, verdadera
identidad y pureza—. La virtud de la eternidad es la libertad irrestricta
que nos brinda tomar conciencia de la eternidad de la vida. La felicidad
es un júbilo interior y una plenitud que no pueden ser destruidos
por ninguna influencia externa. La verdadera identidad surge cuando
uno establece una independencia genuina, absoluta e inalterable.