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de qué forma el individuo puede mantener estos elementos en equilibrio
armonioso. Expone que nuestro medio interno es, en definitiva, inseparable
de nuestro ambiente externo, y que la desarmonía exterior
puede afectar directamente nuestro estado interno. Para tener buena
salud, debemos poseer flexibilidad y resistencia ante los efectos perniciosos
de las influencias externas, como los agentes patógenos o el estrés;
necesitamos mantener la estabilidad interna, sean cuales fueren
las circunstancias que estén sucediendo a nuestro alrededor. Se dice
que el desarrollo y el fortalecimiento gradual del estado de Budeidad
innato contrarresta los efectos nocivos y armoniza los elementos constitutivos
de la vida, proporcionando esa deseada estabilidad interior.
Esta Budeidad o naturaleza de Buda es la esencia autorreguladora de
todos los aspectos de la vida, o la fuerza vital en su expresión más pura
y potente. Cuando tomamos contacto con ella —como enseñó
Nichiren, mediante la práctica de Nam-myoho-renge-kyo—, podemos
“vivir en ritmo” con el universo y sostener una forma de vivir enérgica
y vibrante. Este es el ideal budista de la buena salud.
Las causas de la enfermedad
En el budismo, las enfermedades se clasifican de muchas maneras.
Algunos sutras las categorizan de acuerdo con el elemento cuyo
desequilibrio provoca la dolencia. Otros, de acuerdo con la parte del
cuerpo afectada. Y hay algunas escrituras que clasifican las enfermedades
de acuerdo con el momento en que se originaron; es decir,
distinguen entre males causados en esta existencia y afecciones cuyo
origen se remonta a existencias anteriores. Por ejemplo, de acuerdo
con el Tratado sobre la gran perfección de la sabiduría, de Nagarjuna,
las enfermedades pueden ser kármicas o actuales; estas últimas
se subdividen en dolencias del cuerpo y de la mente. Las enfermedades
del cuerpo, a su vez, se subdividen en patologías internas
(que derivan de causas internas) y en patologías externas (cuyas causas
son externas al cuerpo).