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Aquí, Nichiren interpreta myo como la realidad suprema que trasciende
nuestra capacidad de percepción; y ho como el mundo de los
fenómenos, sujeto al cambio constante. La unión de ambos conceptos,
representada por la palabra myoho, refleja la inseparabilidad esencial
entre la realidad última y el mundo tal como se nos presenta. Según el
budismo, no hay distinción fundamental entre la realidad última y la
realidad cotidiana. El que toma conciencia de ello es un ser iluminado;
quien no lo comprende vive bajo la órbita de su ilusión fundamental.
Nichiren escribe: “Se denomina persona común a la que vive en la
ilusión, pero cuando esa persona está iluminada, pasa a llamarse
buda”. 8 En este contexto, “ilusión” se refiere a los primeros nueve de
los diez estados, desde el de infierno hasta el de bodhisattva, mientras
que “iluminada” alude al estado de Budeidad. Sin embargo, los nueve
estados y la Budeidad, juntos, existen en cada momento, de manera
inherente.
Además, Nichiren explicó: “Myo indica la naturaleza de la iluminación
[Budeidad], mientras que ho se aplica a la oscuridad o
ilusión [los primeros nueve estados]. A la inseparabilidad entre la
ilusión y la iluminación se la denomina myoho o Ley Mística”. 9
Esta inseparabilidad entre la ilusión y la iluminación puede entenderse
mediante un sencillo ejemplo: los glóbulos blancos normales
destruyen gérmenes y desempeñan un papel crucial en la curación de
heridas; son esenciales para nuestra supervivencia individual. Pero el
crecimiento anormal de dichas células puede causas enfermedades
fatalmente potenciales, como la leucemia. Así pues, los leucocitos tienen
un aspecto benéfico (iluminado) y un aspecto nocivo (que expresa
la ilusión); ambos potenciales existen en cada célula. De manera similar,
todos los fenómenos tienen una faz negativa y otra positiva.
En tanto energías potenciales, la ilusión (nueve estados) y la iluminación
(Budeidad) coexisten no sólo en el individuo, sino también