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La estupidez se refiere a la ignorancia del propio estado de Buda; se
caracteriza por la incapacidad de ver la ley de causa y efecto, y por el
apego insensato al provecho inmediato. La estupidez nos impide advertir
el daño que causa al cuerpo y a la mente una forma poco sabia
de vivir.
Estos tres venenos forman parte de lo que el budismo llama “ilusiones
fundamentales” o “deseos mundanos”. Cada uno está acompañado
de rasgos característicos. Por ejemplo, la codicia se relaciona
con la avaricia, la autoindulgencia, la culpa, el engaño y la adulación.
La ira se traduce en resentimiento, odio, irritación, envidia y el impulso
a lastimar a otros seres. En el budismo se identifican veinte características
específicas como estas, que a su vez dan origen a una
mayor variedad de cualidades destructivas, capaces de perturbar la armonía
de la vida, hasta el punto de causar graves enfermedades mentales
o físicas, o ambas a la vez. Las diversas vías por las cuales surge
la enfermedad mental, y la complejidad con que operan todas estas cualidades
destructivas genera lo que se conoce como “ochenta y cuatro
mil enfermedades mentales”, en oposición a sólo cuatrocientas cuatro
clases de patologías físicas.
Otra forma de examinar los deseos mundanos es desde el punto de
vista de las tres categorías de ilusión: las del pensamiento y el deseo;
las ilusiones incontables como las partículas de polvo y de arena; y las
ilusiones sobre la verdadera naturaleza de la existencia.
Las ilusiones del pensamiento son, primordialmente, mentales y adquiridas,
mientras que las ilusiones del deseo son básicamente emocionales
e inherentes. Las ilusiones del pensamiento se refieren a las
falsas percepciones de la verdad. Estas nociones erróneas pueden adoptar
formas diversas; por ejemplo, creer que nuestra existencia actual
es absoluta, pese a que nuestro cuerpo se forma mediante la unión
temporal de los cinco componentes; creer que poseemos para siempre
lo que en realidad no nos pertenece; creer que la vida finaliza en el