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elementos. Aquellos pueden ser analizarse desde el punto de vista de

su naturaleza o función. Cada uno corresponde a una cualidad de la

materia: la tierra se refiere a la dureza o solidez; el agua, a la

humedad; el fuego al calor, y el viento al movimiento o fluidez.

Nichiren escribió: “La función del fuego es arder y dar luz. La función

del agua es limpiar la suciedad. El viento barre el polvo e infunde vida

a las plantas, los animales y los seres humanos. La tierra hace crecer

los árboles y la hierba, y el cielo proporciona la humedad vital”. 6 El

elemento “tierra” está representado, en el mundo externo, por las

montañas, piedras, arena, material rocoso, etc.; en el mundo interno

del cuerpo humano, el elemento “tierra” corresponde a la piel, cabello,

uñas, dientes y huesos. El “agua” se manifiesta en el mundo circundante

en los ríos, mares y cursos de agua, mientras que en el organismo

humano corresponde a la sangre y a los demás fluidos corporales. El

fuego, en la corteza terrestre, aparece en las formaciones ígneas y

erupciones volcánicas, pero también en el cuerpo representa la temperatura

corporal y el proceso digestivo. El viento se aprecia, externamente,

en las corrientes de aire, e internamente, en la respiración y el

metabolismo gaseoso.

Los cuatro elementos constituyen cuatro fuerzas intrínsecas inherentes

al universo. En el budismo tradicional, se pensaba que la confluencia

de estas energías fundamentales intervenía en todos los cambios

materiales del mundo.

Nichiren enseña que los cinco elementos (los cuatro más el espacio)

simbólicamente corresponden a los cinco ideogramas que forman el

mantra Myoho-renge-kyo. El hecho de que el universo y cada ser humano

incluyan estos cinco elementos sugiere que el cuerpo individual

y el universo comparten una misma esencia, que Nichiren identifica

como la Ley Mística o Myoho-renge-kyo.

La enfermedad puede interpretarse como un estado de desarmonía

interna entre estos cinco elementos. Por lo tanto, el budismo considera

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