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de Nichiren, la práctica de aceptar y practicar la ley de Nam-myohorenge-kyo
contiene e incluye las cinco prácticas en su totalidad. Las
primeras seis conciencias se purifican con la práctica de Nam-myohorenge-kyo,
para trascender las limitaciones y transformar el sufrimiento
en alegría.
Los sordos y ciegos también pueden purificar sus sentidos. El hecho
de no poseer determinadas facultades no impide a las personas percibir
la esencia de las cosas, así como el hecho de tener visión óptima o
de oír bien no les permite adquirir esta capacidad, de por sí. Sean
cuales fueren nuestras limitaciones físicas, mediante la práctica
budista podemos desarrollar plenamente el sentido del corazón. En
parte, purificar los sentidos implica percibir profundamente la naturaleza
de todos los fenómenos.
Gracias al avance de la ciencia, nuestros ojos y oídos se han vuelto
mucho más potentes; podemos ver el espacio exterior y escuchar los
sonidos de los abismos del océano. ¿Pero esta capacidad equivale a la
felicidad? La ciencia tiende a dirigir sus investigaciones siempre hacia
el exterior, pero a menos que exista un crecimiento y una maduración
correspondientes en el reino interior de la vida, acabará profundizando
el sufrimiento humano.
Más aún, la ciencia todavía no ha inventado un instrumento que nos
permita escrutar el corazón del hombre. El budismo nos permite percibir
nuestro propio corazón y el de los demás, y comprender cabalmente
sus sutiles funciones. Podríamos decir que es una ciencia del
espíritu, una medicina de la vida profunda. En última instancia, purificar
el corazón —nuestras percepciones e intenciones— es la base para
purificar nuestros órganos sensoriales y nuestra conciencia.
Mark Twain dijo a Helen Keller, quien triunfó sobre su incapacidad
de hablar, ver y oír: “Helen, el mundo está lleno de ojos ciegos, de ojos
perdidos, nublados y desprovistos de alma”. 2 Twain también observó