355449804
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
146/246
y son reemplazadas. Nuestra mente también cambia, a tono con las diversas
emociones y pensamientos que se generan a cada instante. Y
además, en el fluir del tiempo, continuamente repetimos el ciclo de
muerte y renacimiento. Las circunstancias siempre cambiantes de
nuestro cuerpo y de nuestra mente son las funciones inherentes de
una realidad que, en esencia, es invariable. La visión budista del
mundo se extiende más allá de las descripciones limitadas del nacimiento
y la muerte. Apunta a una verdad eterna e invariable que se expresa
en todas las cosas, propias y ajenas, animadas e inanimadas,
tangibles e intangibles. Se manifiesta alternadamente como la fase activa
que llamamos “vida” y luego se repliega a la fase latente que denominamos
“muerte”.
Para esclarecer esta visión de la vida, el señor Toda a menudo citaba
el capítulo dieciséis del Sutra del loto:
Para salvar a los seres vivientes,
como medio hábil doy la impresión de entrar en el nirvana,
pero en realidad no paso a la extinción.
Siempre estoy aquí, predicando la Ley. 1
En otras palabras, la muerte del Buda, como expresión de su gran
amor compasivo, inspira a las personas a ir en busca de su propio estado
de Buda; y sin embargo, la realidad suprema a la cual se ha iluminado
el Buda —la Budeidad— es eterna e invariable.
Otro fragmento de este capítulo, que nos permite ver más allá de la
transitoriedad y sondear el plano de lo eterno, dice así: “El Que Así
Llega percibe el verdadero aspecto de los tres mundos exactamente
como es. No existen la pleamar y la bajamar del nacimiento y la
muerte. No hay existencia en este mundo y extinción posterior”. 2 El
“verdadero aspecto”, en sentido real, abarca tanto lo eterno como lo