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kármicos durante la fase de existencia intermedia. Pero Nichiren explicó
que las oraciones de los vivos podían mitigar el sufrimiento de
los fallecidos, y afectar las condiciones en que estos renacerían. Según
Nichiren, esto es posible porque las oraciones basadas en el estado de
Budeidad trascienden la vida y la muerte; son “transmitidas” a los difuntos
y les permiten adquirir un estado dichoso y sereno, como resultado
de esas oraciones dirigidas a ellos.
Nam-myoho-renge-kyo, la Ley Mística, impregna cada ser vivo y
cada fenómeno del universo. El nacimiento y la muerte de los seres
vivos, la aparición y desaparición de fenómenos no vivientes, y el constante
fluir del universo son manifestaciones de esta Ley; ella hace que
nuestra vida prosiga eternamente, de una existencia a la próxima. Si
tenemos fe en la Ley Mística y la practicamos, llegaremos a comprender
que nuestra vida es eterna.
La vida después de la muerte
Nichiren describió el estado de una persona que sigue entonando
Nam-myoho-renge-kyo hasta el momento de la muerte, y que, de ese
modo, despliega su Budeidad interior:
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Con respecto a aquel que se arma de fe y entona
Nam-myoho-renge-kyo con la profunda conciencia de
que ése es el último momento de su vida, el sutra proclama:
“Cuando la vida de estas personas concluya, un
millar de budas extenderán sus manos para recibirlos,
librarlos de todo temor e impedir que caigan en los
malos caminos de la existencia”. ¡Cómo contener las
lágrimas ante la dicha indescriptible de saber que no
sólo uno o dos, no sólo cien o doscientos, sino nada
menos que mil budas nos darán la bienvenida con los
brazos abiertos! 11