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para nutrir nuestro corazón. La persona que comprende correctamente
su afección y persevera a lo largo de ella podrá vivir de manera
mucho más profunda, potente y grandiosa”.
El budismo considera la enfermedad como una oportunidad de acceder
a un estado de vida más elevado y más noble. Enseña que, en
lugar de lamentarnos ante una grave dolencia, o desesperar pensando
si alguna vez podremos superarla, debemos utilizarla como medio
para construir una identidad fuerte y compasiva, lo cual a su vez nos
permitirá triunfar como seres humanos. Es lo que Nichiren quiso decir
cuando señaló: “La enfermedad da origen a la determinación de entrar
en el Camino”. 5
La medicina de la Antigüedad
La salud y la enfermedad siempre han sido preocupaciones fundamentales
de la humanidad. Ciertos síntomas que hoy comprendemos
bien —fiebres repentinas, diarreas, tos, hemorragias internas y otros
indicios de enfermedad— tienen que haber espantado a nuestros ancestros,
especialmente si no les podían atribuir una causa clara. Sin
embargo, con el transcurso de los milenios, el hombre fue observando
cómo evolucionaban las dolencias y cómo reaccionaban los pacientes;
gradualmente, fue aprendiendo cómo actuar cuando se declaraba una
afección y qué cuidados brindar a las personas afectadas. Este enfoque
hacia la atención médica se basaba en la razón, y era científico en su
afán de identificar las propiedades curativas latentes de las sustancias
que el ser humano tenía disponibles a su alrededor. Los estudios arqueológicos
han demostrado que los pueblos antiguos a menudo empleaban
hierbas y vegetales, sustancias animales y hasta minerales en
los medicamentos que preparaban. Estos remedios eran útiles para las
enfermedades más leves, pero, al parecer, para nuestros predecesores
las dolencias más graves, ante las cuales su ciencia era impotente,
tenían origen sobrenatural y requerían tratamientos rituales, mágicos
o religiosos. La religión, por lo tanto, desempeñó un importante papel