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Tomo I

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3. En "la puesta" y en la pluma. Aves ponedoras, y revestidas de suavidad.<br />

Aquí dicen que "por la Encarnación toda ave pon"; y que los huevos valen hasta tanto la hembra no<br />

se quede clueca; entonces se dedica, maternal y solamente, a cubrirlos con su cuerpo, y a cuajarlos<br />

para que salga, de cada uno, ese pollito gracioso que llevan dentro. Y su pluma, esparcida por<br />

horizontes de colorido y adorno, y derivando, además, hacia otros muchos, incluido el antaño<br />

sublime de la escritura.<br />

4. En la cera y en la miel. La constancia dando frutos.<br />

De cada panal continúa manando esa dulzura que mantiene y aporta tan alto contenido nutritivo,<br />

logradamente vital para todo lo humano, y especialmente manifiesto en esa natural debilidad del<br />

anciano. Además, ese complemento y sedimento habido en la blancura escondida de su hogar, que<br />

habrá de ser, mañana, soporte necesario de una luz que permanece como el vigía en la tiniebla:<br />

enhiesto, imperturbable y compañero, despierto y cálido.<br />

5. Hebras que acarician abrigando. De lana es mi bufanda.<br />

Toda fibra natural tiene su propiedad o virtud. Ahora, en primavera, cuando llega el esquileo de las<br />

ovejas, dentro del quehacer pecuario, abunda por los campos su cosecha de lana: calor para el frío<br />

invierno, de toda persona y de todo pueblo.<br />

III. NECESARIO COMPLEMENTO<br />

D. EL CARRO QUE TE LLEVA<br />

Para seguir rodando y recreando esas veredas tuyas: nervio y calor del suelo rural, enganchando y<br />

desenganchando, en esa diaria monotonía de un callado quehacer.<br />

1. Cuando, tú, aparejas, arreas y encaminas: atando y soltando; valiéndote y usando. En carruaje<br />

menor, y en la carreta.<br />

El horcate y la zofra, la cabezada y la retranca, amén de otros arreos, que precisa toda bestia para<br />

tirar del carro de un afán, donde camina la vida, tu vida labriega.<br />

2. De lucero a lucero. Del alba y vespertino. Por carriles y cañadas; rastrojos y barbechos; de sol a<br />

sol y cuando está "llosquico".<br />

Porque todavía no se ha hecho para ti esa máquina que regule y encasille las horas del campo ; ya<br />

que la hortaliza y la fruta, la hierba o el ganado, la siega y su acarreo -al igual que toda otra faena<br />

transportando- llevan y mantienen su ritmo propio, donde apenas cabe el sendero encajonado de un<br />

reloj.<br />

E. DEL APERO A LA VASIJA<br />

1. Herramienta de mano, y esa máquina pequeña. Arados y azadas; rastrillos y podaderas...<br />

Podar, labrar, cavar, injertar y un ciento más de verbos, todavía.<br />

2. El capazo con su carga. Y la sera, y la espuerta.<br />

Envases diversos, según lugares de producción y peso del contenido, para recoger, mantener y<br />

trasladar los frutos de la tierra: presencia viva de un esfuerzo que, por lo duro, te resulta inacabable.<br />

3. Y la tinaja llena. En el reino de la vasija.<br />

Reposan vino y aceite en las tinajas, esperando pacientes su salida hasta que, llegado el día, les<br />

acerquen o lleven a los rincones del mundo.<br />

F. DEL LLANO A LA QUEBRADA, Y SU "CALOR" DE ALDEA<br />

1. La senda del campesino. Trochas, veredas y caminos.<br />

El labriego sale de su horizonte habitual; precisa ir al poblado donde compra y vende. Hay un<br />

camino para el carro, pero, yendo sin él, la trocha o el atajo le ahorran pasos. La ciudad es otra cosa.<br />

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