El Reino de la Sombra - El Grimorio

El Reino de la Sombra
AMIGOS DE LOS ELFOS
Una vez en la espesura del bosque, el temor a los orkos y dragones
queda atrás, pero pronto se ve sustituido por el miedo a los elfos, totalmente
desconocidos para los refugiados.
Después de varias horas avanzando por los senderos, un grupo tan
grande de humanos atrae la atención de las patrullas elfas, de modo
que una les sale al paso cerca del río Tirem. Una lluvia de echas,
que impacta en los árboles cercanos, detiene a los refugiados, que
se ven rodeados por una veintena de arqueros elfos vestidos de cuero
verde. Su líder, Hirbari, sale de entre la espesura y les ordena regresar
sobre sus pasos, pues no son bienvenidos en el reino de los elfos.
Los PJs pueden argumentar los peligros que han dejado atrás y la
proximidad de los ejércitos de orkos, aunque puede ser difícil hacer
cambiar de opinión a Hirbari. En cualquier caso, ante la negativa
de los refugiados de volver al norte (por nada se enfrentarán de
nuevo a los orkos y los dragones), Hirbari decide llevarlos a la capital,
ya sea como prisioneros o como aliados, según el éxito en las
negociaciones que lleven a cabo los PJs.
En su camino al sur, los PJs pueden interactuar con los elfos, aunque
estos se muestran en general distantes y esperan llegar a la capital
para consultar con el Rey qué hacer con el problema que
representan sesenta refugiados humanos. Este problema se acaba
repentinamente, cuando un alarido resuena en el bosque. El terror
se apodera de humanos y elfos por igual, ya que se trata de un dragón
negro. Y es que la invasión del bosque de los elfos ha empezado.
Una partida de cinco dragones y un ejército de tres mil orkos se dirigen
al sur, comandados por Seela, con la intención de arrasar a
sangre y fuego el bosque y llegar a la capital. Un dragón y una partida
de doscientos orkos son la avanzadilla, que caen sobre el grupo
de refugiados humanos y la patrulla de elfos.
EL FINAL DE LOS EXILIADOS
Un gigantesco dragón aparece entre las copas de los árboles. Aprovechando
el pánico que provoca su presencia, arrasa con su fuego a
cuantos puede, sin diferenciar entre elfos o humanos. Los elfos disparan
sus arcos, inofensivos contra el dragón, y la mayoría caen bajo
el fuego y las garras. Los refugiados huyen hacia el oeste siguiendo
una senda, para toparse con una horda de doscientos orkos que los
masacra sin piedad. En medio de esta matanza, los PJs deben decidir
qué hacer, aunque está claro que no pueden luchar contra tantos
enemigos, y menos aún contra el dragón. En pleno caos, Hirbari
da la orden de huir, y envía a sus elfos más rápidos a alertar a Litdanast
del ataque. El capitán quizás se una a los PJs y juntos intenten
ralentizar el avance de los orkos o guiarlos hacia el río, desde
cuya otra orilla pueden mantenerlos a raya un tiempo.
HUIDA HACIA LA CAPITAL
Atravesar el bosque en medio del ataque de orkos y dragones exige
toda la habilidad de los PJs, de manera que eviten las emboscadas,
pasen desapercibidos bajo el vuelo de los dragones y resistan los encuentros
con grupos de orkos. Para ideas de diferentes encuentros
a desarrollar durante esta huida, consulta la aventura El bosque en
llamas (ver pág. 260).
A medida que se acercan a Litdanast, la presencia de los dragones
se hace más patente, y los PJs se dan cuenta de que no pasarán desapercibidos
por los senderos. Es en este punto donde Hirbari (si
aún sigue con ellos) o una prueba de Saber (Geografía o Local) in-
dica que hay una serie de túneles que llevan directos a la ciudad, y
por los cuales evitarán a los dragones. Estos túneles son los que se
describen en la sección Cuevas bajo Litdanast (ver pág. 249). Esta
vía por las profundidades garantiza no encontrarse con los dragones,
aunque otros peligros esperan a los PJs en estos subterráneos
antes de alcanzar nalmente Litdanast.
LA DEFENSA DE LITDANAST
Cuando los PJs llegan a la capital de los elfos la encuentran siendo
arrasada por los dragones y orkos, con las afueras pasto de las llamas
y las defensas organizándose alrededor del Gran Árbol del centro de
la urbe. Su única opción es ir allí y unirse a los defensores, incluso
ayudar al Rey a resistir los ataques de los orkos comandados por
Seela, que aparece a lomos de su dragón dirigiendo sus tropas desde
lo alto. En algún momento, la propia Seela desmonta para enfrentarse
a la guardia del Rey. La sacerdotisa se abre paso entre los guardias,
usando su vara “Heladora” o sus milagros, mientras su dragón
la protege. Para más detalles de esta batalla mira la Aventura 22: La
batalla de Litdanast (ver pág. 261).
Cuando todo parece perdido, o cuando el DJ lo considere conveniente,
hace su aparición el príncipe Gornahel al mando del ejército
de elfos, que elimina a los orkos que asedian el Gran Árbol y pone
en fuga al resto. Al ver cómo sus tropas se desmenuzan, Seela se
aleja volando sobre su dragón.
Parte 2. Sombras
de Traición
Una vez asegurada la capital, y mientras las patrullas de elfos eliminan a
los orkos en fuga, el reino élco se recupera de las secuelas de la lucha,
reparando puentes y pabellones que han sido destruidos. En esta situación,
los PJs pueden ganarse el favor de los elfos si ayudan en estas labores,
ya sea trabajando en la reconstrucción o uniéndose a las patrullas
que limpian los bosques de enemigos rezagados.
Estos días de descanso pueden servir también para que los PJs entablen
relación con los elfos, visitar el Consejo de la Corte Blanca
o simplemente descansar y recuperarse (aunque no colaborar con las
labores no será bien visto por los elfos).
EL CONCILIO
Cuatro días después de la batalla, la familia real se reúne con los
miembros de la Corte Blanca, consejo al que quizás los PJs puedan
asistir como invitados. En esta reunión queda claro que algo terrible
está sucediendo en el norte, y se rumorea que el retorno de los
dragones negros es una señal de que el Rey Dios ha escapado de su
prisión y vuelve para asolar Valsorth. Ante esta situación, el príncipe
Gornahel propone fortalecer las defensas y resistir en el bosque. Sin
embargo, el rey Gerahel decide enviar mensajeros a Stumlad, en
busca de una tregua y un pacto de ayuda en la guerra. Un gran revuelo
se produce en la sala del palacio, pues todos recuerdan la traición
de los humanos. Incluso Gornahel abandona la sala indignado,
pues considera una afrenta a sus antepasados y una muestra de debilidad
el pedir ayuda a los que han sido sus enemigos durante cientos
de años. Gerahel argumenta que el poder de los elfos decae por
momentos y que solos no podrán sobrevivir, y encomienda la tarea
de viajar hasta Stumlad a su hijo Araanel.
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