13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Recordé la mañana en que hallé en la corteza de un árbol un capullo, en <strong>el</strong> momento en que <strong>el</strong><br />

gusano rompía los hilos envolventes, para convertirse en mariposa. Esperé largo rato; pero<br />

tardaba demasiado y yo tenía prisa. Fastidiado, me in¬cliné y quise ayudarlo calentándolo con <strong>el</strong><br />

aliento. Lo hice impaciente, y <strong>el</strong> milagro comenzó a cumplirse ante mis ojos, con un ritmo más<br />

precipitado que <strong>el</strong> normal. La envoltura se abrió, <strong>el</strong> gusano salió arrastrándose y no he de olvidar<br />

jamás <strong>el</strong> horror que sentí al verlo: las alas estaban todavía encogidas, dobladas; con todas las<br />

fuerzas de su cuerpecillo <strong>el</strong> pobre gusano trataba de extenderlas. Inclinado hacia él, lo ayudaba<br />

con <strong>el</strong> calor de mi aliento. En vano. Una paciente maduración era necesaria en aqu<strong>el</strong> caso, <strong>el</strong><br />

despliegue de las alas debía producirse lentamente al calor d<strong>el</strong> sol; ahora era tarde. Mi aliento<br />

había forzado al gusanillo a que se presentara fuera d<strong>el</strong> capullo, todo arrugadito, antes de<br />

término. Se agitó desesperadamente y unos segundos después estaba muerto en la palma de mi<br />

mano.<br />

Ese cadáver pequeñito, creo que es <strong>el</strong> mayor peso que gravita sobre mi conciencia. Pues, como lo<br />

comprendo per¬fectamente hoy, es pecado mortal <strong>el</strong> forzar las leyes de la naturaleza. No<br />

debemos precipitarnos, ni impacientarnos, si¬no seguir con entera confianza <strong>el</strong> ritmo eterno.<br />

Me senté en una roca para asimilar con total tranquilidad este pensamiento de año nuevo. ¡Ah, si<br />

la mariposilla revo¬loteara constantemente ante mi vista para señalarme <strong>el</strong> camino!<br />

XI<br />

Me levanté de allí contento como si tuviera un aguinaldo en las manos. El viento estaba frío, puro<br />

<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, brillante <strong>el</strong> mar.<br />

Tomé <strong>el</strong> camino de la aldea. La misa debía de haber ter¬minado. Mientras avanzaba por <strong>el</strong><br />

sendero, preguntábame con absurda turbación cuál sería la primera persona con quien me<br />

cruzaría, ¿fausta?, ¿aciaga?, en ese comienzo d<strong>el</strong> año. ¡Ojalá fuera un niñito, cargados los brazos<br />

de juguetes; o un vigoroso anciano, de camisa blanca con anchas mangas bordadas, contento y<br />

orgulloso por haber cumplido valientemente, con su deber en la tierra! Cuanto más me acercaba a<br />

la aldea, mayor era la absurda turbación que me embargaba. De pronto, se me doblaron las<br />

rodillas: por <strong>el</strong> sendero de la aldea, a la sombra de los olivos, caminando con paso <strong>el</strong>ás¬tico, roja al<br />

sol, puesta la mantilla negra en la cabeza, esb<strong>el</strong>ta y animosa, venía la viuda.<br />

Su andar cimbreante se asemejaba en verdad al de una tigra negra y me pareció que se esparcía<br />

en <strong>el</strong> aire áspero olor de almizcle. ¡Si pudiera huir!, pensé. Tenía la certeza de que la fiera irritada<br />

no daría cuart<strong>el</strong>, y de que la única victoria posible consistía en huir a tiempo. ¿Pero cómo hacerlo?<br />

La viuda se aproximaba. Me pareció como si <strong>el</strong> casquijo d<strong>el</strong> camino crujiera al paso de un ejército<br />

en marcha. Advirtió <strong>el</strong>la mi presencia, sacudió la cabeza, deslizóse sobre los hombros la mantilla,<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 100

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!