Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
desliza y se pierde. Se pierde la vida, y yo miro <strong>el</strong> mar, oigo la palabra de <strong>Zorba</strong>, siento que las<br />
sienes me crujen de f<strong>el</strong>icidad.<br />
Un día, lo recuerdo, mi sobrinita Alka, niñita de cuatro años, mientras estábamos mirando un<br />
escaparate de juguete¬ría, la víspera de año nuevo, dirigiéndose a mí me dijo estas sorprendentes<br />
palabras: «Tío Ogro ¡estoy tan contenta de que me hayan salido cuernos!» Quedé pasmado. ¡Qué<br />
pro¬digio es la vida y cómo todas las almas, cuando hunden pro¬fundamente sus raíces, se<br />
encuentran y no forman más que una sola alma! Pues inmediatamente recordé una cabeza de<br />
Buda, tallada en ébano, vista en un lejano museo. Buda libe¬rado sentía infinita, suprema alegría,<br />
después de haber ago¬nizado durante siete años. Las venas de su frente, a derecha e izquierda, se<br />
le habían hinchado al punto que rompían la pi<strong>el</strong> y se convertían en cuernos fuertes, enroscados<br />
como resortes de acero.<br />
Al anochecer la garúa había parado, <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o estaba lím¬pido. Sentía apetito y me alegraba, pues<br />
ahora llegaría <strong>Zorba</strong>, encendería <strong>el</strong> fuego e iniciaría <strong>el</strong> rito cotidiano de la cocina.<br />
–¡Ésta es otra historia que no tiene fin! –decía a me¬nudo <strong>Zorba</strong>, mientras ponía la marmita a la<br />
lumbre–. No sólo la mujer ¡maldita sea! es una historia que no acaba nunca; también la comida lo<br />
es.<br />
Por vez primera percibí en estas riberas <strong>el</strong> encanto de sentarme a comer. Al llegar la noche, <strong>Zorba</strong><br />
preparaba <strong>el</strong> fuego entre dos piedras, cocinaba, nos poníamos luego a man-ducar y beber un<br />
vasito de vino, la conversación se ani¬maba; al fin llegaba yo a comprender que la comida es<br />
tam¬bién una ocupación espiritual, pues la carne, <strong>el</strong> pan, <strong>el</strong> vino, son la materia con que <strong>el</strong> espíritu<br />
se configura.<br />
Antes de comer y beber, carecía <strong>Zorba</strong>, por la noche, tras las fatigas de la jornada laboriosa, de<br />
toda animación; las palabras le asomaban trabajosamente a los labios y sonaban ásperas. Sus<br />
movimientos eran pesados y torpes. Mas en cuanto le echaba carbón a la caldera, como él decía,<br />
la má¬quina entorpecida y fatigada de su cuerpo recobraba vida, y con renovado brío volvía a la<br />
actividad habitual. Se le en¬cendían las miradas, despertábas<strong>el</strong>e la memoria, surgían alas de sus<br />
pies y danzaba.<br />
–Dime en qué conviertes lo que comes y te diré quién eres. Gente hay que lo transforman en<br />
grasas y excrementos; otros, en trabajo y buen humor; algunos, según he oído, en Dios. Existen,<br />
pues, tres clases de hombres. Yo, patrón, no cuento entre los peores, como tampoco entre los<br />
mejores. Me conservo en <strong>el</strong> término medio. Lo que como, lo convierto en trabajo y buen humor. Y<br />
no está mal así.<br />
Me miró maliciosamente, riéndose.<br />
–En lo que a ti respecta, patrón, supongo que te afanas porque <strong>el</strong> alimento te alce hasta Dios. Pero<br />
no lo consigues y es una tortura para ti. Te ocurre lo que al cuervo.<br />
–¿Qué le ocurrió al cuervo, <strong>Zorba</strong>?<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 55