Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
»En cuanto a mí, te confieso que a menudo olvido, deni¬gro, me extravío, que mi fe es un mosaico<br />
de incredulidades; en ocasiones me entran ganas de realizar un trueque: coger un minutito y dar<br />
mi vida entera. En cambio, tú tienes fuertemente empuñado <strong>el</strong> timón, sin olvidar ni en los más<br />
dulces de los instantes mortales, hacia dónde pusiste <strong>el</strong> rumbo.<br />
»¿Recuerdas <strong>el</strong> día que ambos cruzábamos Italia para regresar a Grecia? Teníamos decidido irnos<br />
a la región d<strong>el</strong> Ponto que entonces corría p<strong>el</strong>igro, ¿te acuerdas? En un pueblo, bajamos d<strong>el</strong> tren<br />
apresuradamente. Nos quedaba una sola hora de espera para tomar <strong>el</strong> tren que combinaba con<br />
aquél. Entramos en un frondoso jardín, cercano de la esta¬ción, donde había árboles de anchas<br />
hojas, bananos, cañas de oscuros colores metálicos, abejas prendidas a una rama llena de flores,<br />
que vibraba contenta de verlas libar.<br />
»Avanzábamos sin hablar, como en un sueño, extáticos. De pronto, en un recodo d<strong>el</strong> paseo florido<br />
aparecieron dos jovencillas que caminaban leyendo. No recuerdo ya si eran bonitas o feas. Sólo sé<br />
que una de <strong>el</strong>las era rubia, la otra morena, y que ambas vestían primaverales blusas.<br />
»Y con <strong>el</strong> atrevimiento que uno tiene en los sueños, nos acercamos a <strong>el</strong>las y tú les dijiste riendo:<br />
“Sea cual fuere <strong>el</strong> libro que ustedes leen, vamos a comentar su contenido.” Leían a Gorki.<br />
Entonces, con prisa, pues nos corría <strong>el</strong> tiempo, nos pusimos a hablar de la vida, de la miseria, de la<br />
reb<strong>el</strong>ión de las almas, de amor...<br />
»Nunca podré olvidar <strong>el</strong> placer y la pena que nos trajo <strong>el</strong> incidente. Ya éramos, nosotros dos y<br />
ambas jóvenes desco¬nocidas, viejos amigos, amantes desde mucho tiempo atrás; responsables<br />
de sus almas y de sus cuerpos, nos apurábamos: unos minutos después tendríamos que<br />
separarnos para siem¬pre. En <strong>el</strong> aire estremecido, palpitaba <strong>el</strong> rapto de la muerte.<br />
»Llegó <strong>el</strong> tren, silbando. Nos sobresaltamos como si nos despertara. Nos dimos las manos. ¿Cómo<br />
podría olvidarse <strong>el</strong> apretón fuerte y desesperado de nuestras manos, de los diez dedos que se<br />
negaban a separarse? Una de las jóvenes estaba muy pálida, la otra reía y temblaba.<br />
»Y yo te dije entonces, lo recuerdo: “¿Qué significado tienen Grecia, patria, deber? ¡Aquí está la<br />
verdad!” Y tú me dijiste: “Quizás no signifiquen nada Grecia, patria, deber. Sin embargo, por esa<br />
nada nos arrojamos voluntariamente a la muerte.”<br />
»Pero, ¿para qué te estaré escribiendo estas cosas? Para decirte que no he echado en olvido nada<br />
de lo que hemos vivido juntos. Para aprovechar también la oportunidad de expresarte lo que<br />
nunca, en razón de nuestro hábito, bueno o malo, de dominar las emociones, me ha sido posible<br />
manifestarte cuando estuvimos uno al lado d<strong>el</strong> otro.<br />
»Ahora, pues no te hallas a mi lado, pues no ves <strong>el</strong> sem¬blante de tu amigo, y no corro <strong>el</strong> riesgo de<br />
parecerte ridícu¬lamente enternecido, te diré sin vacilar que te quiero mucho.»<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 76