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Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

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–¡De rodillas, cristianos! ¡Escuchad <strong>el</strong> milagro divino! ¡Escuchadlo, cristianos! El diablo se apoderó<br />

d<strong>el</strong> alma d<strong>el</strong> maldito Zaharia y antes de ayer lo incitó a incendiar <strong>el</strong> santo monasterio. A<br />

medianoche nos sorprendieron las llamas que hacían pasto de él. Nos levantamos<br />

apresuradamente: <strong>el</strong> priorato, la galería, las c<strong>el</strong>das, ardían en modo espantoso. Tocamos a rebato<br />

las campanas y clamamos: «¡Socórrenos, Virgen de la Venganza!» Y acudimos todos con jarras y<br />

baldes de agua. Al amanecer, habíamos dominado <strong>el</strong> fuego con ayuda de la Santísima ¡mil y mil<br />

veces loada sea!<br />

»–Fuimos a postrarnos ante <strong>el</strong> icono milagroso que muestra su imagen en la capilla y le pedimos<br />

con hondo fervor: «¡Virgen de la Esperanza, blande la lanza y hiere al cul-pable!» Luego nos<br />

congregamos en <strong>el</strong> patio y allí hemos advertido la ausencia de Zaharia, <strong>el</strong> Judas. «¡Él es <strong>el</strong><br />

incen¬diario!», exclamamos, y al instante marchamos todos en su busca. Todo <strong>el</strong> día exploramos<br />

<strong>el</strong> contorno inútilmente, toda la noche seguimos explorando en vano. Y sabed ahora que esta<br />

mañana, al rayar <strong>el</strong> día, cuando volvimos a la capilla vimos ¡oh, hermanos! ¡oh, terrible milagro<br />

ejemplar!, al entrar en la capilla vimos que <strong>el</strong> cru<strong>el</strong> Zaharia yacía muerto al pie d<strong>el</strong> santo icono y<br />

que la lanza de la Virgen tenía aún en la punta una gota de sangre d<strong>el</strong> hereje traidor!<br />

–¡Kyrie <strong>el</strong>eison! ¡Kyrie <strong>el</strong>eison! –murmuraban los es¬pantados aldeanos.<br />

–¡Y algo más habéis de saber, oh, hermanos, algo que pone pavor en <strong>el</strong> ánimo –continuó <strong>el</strong> monje<br />

tragando sali¬va–. Cuando nos inclinamos para retirar <strong>el</strong> cuerpo d<strong>el</strong> ré-probo Zaharia, tremenda<br />

sorpresa nos llevamos: la Virgen le había afeitado cab<strong>el</strong>los, bigotes y barbas ¡tal como a un cura<br />

católico, oh hermanos!<br />

Contuve con esfuerzo las ganas de reír y le dije a <strong>Zorba</strong> en voz baja:<br />

–¡Pérfido farsante!<br />

Pero él contemplaba al monje con los ojos extremadamen¬te abiertos y muy compungido se<br />

persignaba sin cesar, en manifestación d<strong>el</strong> más hondo asombro: «¡Grande eres, Se¬ñor; grande<br />

eres, Señor, y admirables son tus obras», mur¬muraba.<br />

Entretanto, los demás monjes habían llegado y desmon¬tado de sus caballerías. El padre<br />

hospitalario conducía <strong>el</strong> icono; se subió con él a una roca y todos los presentes se humillaron ante<br />

la imagen de la Virgen milagrosa. Detrás, <strong>el</strong> gordo Dometios recogía la limosna en un platillo e<br />

hisopeaba con agua de rosas las duras frentes campesinas. Tres monjes, junto a él, con las manos<br />

cruzadas en <strong>el</strong> abultado vientre, sudaban a mares y entonaban cánticos.<br />

–Recorreremos todos los pueblos de Creta –dijo Do¬metios–, para que los creyentes se hinquen<br />

ante la Virgen y nos traigan sus ofrendas. Debemos recaudar mucho dinero para restaurar <strong>el</strong><br />

monasterio...<br />

–¡Tocinos! –gruñó <strong>Zorba</strong>–. ¡Poco provecho esperan de este trance!<br />

Se aproximó al higúmeno:<br />

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