Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
a sus anchas.» «Conchas vacías», pensé, «son asimismo las maravillosas catedrales que se alzan en<br />
las grandes ciudades rumorosas y descreídas. Monstruos prehistóricos de los que se conserva sólo<br />
<strong>el</strong> esqu<strong>el</strong>eto, roído por las lluvias y por <strong>el</strong> sol.»<br />
Llamaron a la puerta de la c<strong>el</strong>da. La voz tartajeante d<strong>el</strong> padre hospedador sonó en <strong>el</strong> corredor:<br />
–¡Levantaos para asistir a maitines, hermanos!<br />
<strong>Zorba</strong> dio un bote:<br />
–¿Qué fue <strong>el</strong> tiro de revólver? –preguntó con tono airado.<br />
Esperó un instante. Silencio. Sin embargo, <strong>el</strong> monje debía de hallarse aún detrás de la puerta, pues<br />
se oía su respirar asmático. <strong>Zorba</strong> golpeó en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o con <strong>el</strong> pie.<br />
–¿Qué fue ese tiro de revólver? –repitió irritado.<br />
Oyéronse pasos que se alejaban rápidamente. De un salto, <strong>Zorba</strong> llegó a la puerta y la abrió.<br />
–¡Canallas! ¡Crápulas! –dijo escupiendo hacia <strong>el</strong> monje fugitivo–. ¡Popes, monjes, monjas,<br />
sacristanes, yo escupo en vosotros!<br />
–Nos iremos de aquí –dije–, esto hu<strong>el</strong>e a sangre.<br />
–¡Si sólo fuera sangre! –gruñó <strong>Zorba</strong>–. Tú, asiste a maitines, patrón, si lo deseas. Yo iré a indagar<br />
por ahí qué ha sucedido.<br />
–Prefiero que nos vayamos –dije de nuevo, asqueado–. Y hazme <strong>el</strong> favor de no meter las narices<br />
donde no debes.<br />
–¡Pues precisamente ahí es donde me gusta meterlas! –exclamó <strong>Zorba</strong>.<br />
Reflexionó un momento; luego sonrió malicioso:<br />
–El diablo nos ha prestado un magnífico servicio. Creo que ha puesto las cosas en su punto.<br />
¿Sabes, patrón, a cuánto le sale al monasterio <strong>el</strong> tiro de revólver? ¡Siete mil dracmas!<br />
Bajamos al patio: aroma de árboles en flor, dulzura mati¬nal, f<strong>el</strong>icidad paradisíaca. Zaharia<br />
atisbaba nuestra llegada; tomó d<strong>el</strong> brazo a <strong>Zorba</strong>, diciéndole con insegura voz:<br />
–¡Hermano Canavaro, ven, salgamos pronto de este in¬fierno!<br />
–¿Qué significa <strong>el</strong> disparo? ¿Han matado a alguien? ¡Vamos, monje, habla o te estrangulo!<br />
Al monje le temblaba la barbilla. Echó una mirada en torno: en <strong>el</strong> patio no había nadie, las c<strong>el</strong>das<br />
estaban cerradas, desde la capilla llegaban a oleadas las m<strong>el</strong>odías d<strong>el</strong> canto matinal.<br />
–Seguidme –dijo–. ¡Peor que Sodoma y Gomorra!<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 169