Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
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<strong>Zorba</strong> no se movió.<br />
–¿Tienes miedo? –dijo con irritada burla Manolakas¬ ¡Ve, te digo!<br />
–¿Para qué <strong>el</strong> cuchillo? –le contestó <strong>Zorba</strong> que comen¬zaba a acalorarse–. ¿Qué hago con un<br />
cuchillo, viejo, di? Recordarás que en la iglesia quien tenía cuchillo eras tú y no yo ¿verdad? Y, a<br />
pesar de todo, no me fue tan mal que digamos.<br />
–¿Con que te mofas, además, eh? ¡Buen momento <strong>el</strong>e¬giste para burlas, ahora que tengo un arma<br />
en la mano y tú no la tienes! Trae tu cuchillo, puerco macedonio, y nos mediremos.<br />
–Arroja <strong>el</strong> cuchillo como arrojo yo <strong>el</strong> bastón y nos mediremos si quieres. ¡Anda, hazlo, puerco<br />
cretense!<br />
Y tal como lo decía, arrojó <strong>el</strong> bastón por encima de los juncos. ¬<br />
–¡Arrójalo! –gritó otra vez <strong>Zorba</strong>.<br />
En puntas de pie, quedamente, me había acercado a <strong>el</strong>los.<br />
A la luz de las estr<strong>el</strong>las, pude ver <strong>el</strong> brillo de la hoja que caía entre los juncos.<br />
<strong>Zorba</strong> se escupió las manos.<br />
–¡Ad<strong>el</strong>ante! –exclamó, y dio un salto hacia <strong>el</strong> adver¬sario.<br />
Pero antes que ambos valientes tuvieran tiempo de asirse mutuamente, me interpuse entre <strong>el</strong>los.<br />
–¡Deteneos! –les grité–. Ven acá, Manolakas, ven tú también, <strong>Zorba</strong>. ¿No os sonroja esta<br />
conducta?<br />
Ambos contendientes se acercaron con lentitud. Les tomé la mano derecha a uno y a otro.<br />
–Daos las manos –dije–. Ambos sois buenos y valien¬tes muchachos, debéis reconciliaros.<br />
–Me ha humillado... –dijo Manolakas tratando de re¬tirar la mano.<br />
–No es cosa tan fácil humillarte a ti, Manolakas. Toda la aldea sabe lo valiente que eres. No<br />
recuerdes lo que ocu¬rrió en la iglesia días pasados. Fue aquél un momento omi-noso. Ya pasó,<br />
olvídalo. Ten en cuenta, además, que <strong>Zorba</strong> es forastero, que llegó aquí de Macedonia, y sería muy<br />
afren¬toso para nosotros, cretenses, agredir a un huésped de nues¬tra tierra... ¡Ea!, dale la mano,<br />
que ésa es verdadera prueba de valor, y vente con nosotros a la cabaña. Beberemos un vaso de<br />
vino y asaremos un metro de salchichón, para con¬firmar las paces, Manolakas.<br />
Lo tomé de la cintura y apartándolo un tanto d<strong>el</strong> lugar, le dije en voz baja:<br />
–Es un anciano, <strong>el</strong> pobre hombre. Que un joven fuerte como tú lo ataque, no es honroso.<br />
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