13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

ci<strong>el</strong>os. Era algo que estaba en mí desde hacía muchos años, desde mi tierna infancia. Cuando aún<br />

era escolar, había organizado con mis amigos más íntimos una «Fraternidad Amistosa» –tal es <strong>el</strong><br />

nombre que le habíamos dado–, y habíamos jurado, encerrados bajo llave en mi pieza, que<br />

consagraríamos la totalidad de nuestra vida a combatir la injusticia. Grandes lagrimones rodaban<br />

por nues¬tras mejillas mientras prestábamos, puesta la mano sobre <strong>el</strong> corazón, semejante<br />

juramento.<br />

¡Pueriles ideales! Sin embargo, ¡desdichado de aquél que se ría de <strong>el</strong>los! Cuando veo en qué han<br />

venido a parar los miembros de la «Fraternidad Amistosa» –medicastros, abo-gadillos, tenderos,<br />

políticos trapaceros, periodistas de poca monta–, se me encoge <strong>el</strong> corazón. Áspero y rudo es, al<br />

pare¬cer, <strong>el</strong> clima de esta tierra, si las simientes más valiosas no germinan o perecen agostadas<br />

entre malezas y ortigas. Yo, bien lo entiendo hoy, no me veo ahogado por la razón, ¡Loado sea<br />

Dios! ¡Todavía me siento con fuerzas como para arrojarme a las empresas más quijotescas!<br />

El domingo nos emperejilábamos ambos como novios: nos afeitábamos, nos poníamos camisa<br />

blanca recién planchada y nos íbamos al caer de la tarde, a casa de doña Hortensia. Ese día<br />

sacrificaba por nosotros una gallina, nos sentábamos los tres juntos nuevamente, comíamos y<br />

bebíamos; <strong>Zorba</strong> alar¬gaba los desmesurados brazos hacia <strong>el</strong> pecho hospitalario de la buena<br />

señora y tomaba posesión de él. Cuando ya en¬trada la noche, regresábamos a nuestra ribera, la<br />

vida nos parecía sencilla y llena de buenos propósitos, vieja sí, pero muy agradable y acogedora,<br />

como lo era doña Hortensia.<br />

Uno de esos domingos, al volver d<strong>el</strong> copioso ágape, deci¬díme a hablar y confiarle a <strong>Zorba</strong> mis<br />

intenciones. Me escu¬chó boquiabierto, forzando su paciencia. De cuando en cuan¬do, tan sólo<br />

meneaba irritado la cabezota. Las primeras palabras que le dije al respecto le habían despejado la<br />

mente, ahuyentando los vapores d<strong>el</strong> vino. Cuando terminé de expo-nerle lo que proyectaba, se<br />

arrancó nerviosamente dos o tres p<strong>el</strong>os d<strong>el</strong> bigote.<br />

–Si me permites, patrón –díjome–, te diré que no creo que tengas todavía los sesos muy maduros.<br />

¿Qué edad tienes?<br />

–Treinta y cinco años.<br />

–¡Oh, entonces no madurarán nunca! –y se echó a reír. Me molestó.<br />

–¿Conque tú no crees en <strong>el</strong> hombre? –exclamé.<br />

–No te enojes, patrón. No, no creo en nada. Si hubiera de creer en <strong>el</strong> hombre, creería también en<br />

Dios, creería también en <strong>el</strong> diablo. Y eso es asunto engorroso. Las cosas se me embrollan, patrón, y<br />

sólo saco en limpio una cantidad de disgustos.<br />

Calló, se quitó la gorra, se rascó la cabeza con frenesí, se tironeó los bigotes como si hubiera<br />

resu<strong>el</strong>to arrancarlos. Quería decir algo, pero se contenía. Me miró de reojo, volvió a mirarme, y al<br />

fin se decidió:<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 45

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!