Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Me levanté, acaricié <strong>el</strong> duro tronco d<strong>el</strong> almendro, lleno de misterio, que supo realizar <strong>el</strong> milagro<br />
florido. <strong>Zorba</strong> marcha¬ba ya ad<strong>el</strong>ante, ágil, impulsado por sus energías y por <strong>el</strong> apetito. Las<br />
necesidades fundamentales d<strong>el</strong> hombre, alimen¬to, bebida, mujer, danza, vivían todavía frescas e<br />
inagotables en su cuerpo ávido y robusto.<br />
Llevaba en la mano algo envu<strong>el</strong>to en pap<strong>el</strong> rosa, sujeto con hilo de oro.<br />
–¿Algún presente? –preguntéle sonriendo.<br />
Ríose <strong>Zorba</strong>, esforzándose por ocultar su emoción.<br />
–¡Oh, para que no se queje, la pobrecilla! –dijo sin vol¬verse–. Para que recuerde las pasadas<br />
grandezas... Es mujer, y ya sabemos, pues, que es por naturaleza una criatu¬ra que se queja<br />
siempre.<br />
–¿Es una foto?<br />
–Ya verás... ya verás... No seas tan curioso. Yo mis¬mo lo hice. Apurémonos.<br />
Un sol meridiano que regocijaba los huesos; <strong>el</strong> mar tam¬bién se calentaba al sol, inefablemente<br />
f<strong>el</strong>iz. A lo lejos, la islita desierta, rodeada por una leve bruma, parecía haberse incorporado en su<br />
lecho y estar flotando en <strong>el</strong> mar.<br />
Nos acercábamos a la aldea. <strong>Zorba</strong> se puso a mi lado y en voz baja me confió:<br />
–¿Sabes, patrón? Aqu<strong>el</strong>la persona estaba en la iglesia. Mira, yo me hallaba ad<strong>el</strong>ante, cerca d<strong>el</strong><br />
sochantre, cuando vi que los santos iconos resplandecían. Cristo, la santa Virgen, los doce<br />
apóstoles, todo se iluminó con luz intensa... ¿Qué es esto?, me pregunté persignándome, ¿<strong>el</strong> sol?<br />
Miro hacia atrás. ¿Y qué era? ¡La viuda!<br />
–¡Basta de charla, <strong>Zorba</strong>! –dije apurando <strong>el</strong> paso. Pero <strong>Zorba</strong> corrió para alcanzarme.<br />
–La he visto de cerca, patrón. Tiene un lunar en la me¬jilla que quita <strong>el</strong> aliento. ¡Ahí tienes otro<br />
misterio, <strong>el</strong> de los lunares en las mejillas de las mujeres!<br />
Abrió los ojos con gesto de estupefacción.<br />
–¿Has notado eso, patrón? El cutis aparece liso y blanco y de pronto ¡zas!, una manchita negra.<br />
¡Pues bien, es sufi¬ciente para que pierdas <strong>el</strong> seso! ¿Tú lo entiendes, patrón? ¿Qué dicen acerca<br />
de este punto tus libros?<br />
–¡Que <strong>el</strong> diablo se los lleve!<br />
<strong>Zorba</strong> se echó a reír, contento.<br />
–Muy bien –dijo–, muy bien, muchacho, progresas, empiezas a comprender.<br />
Pasamos rápidamente por d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> café, sin detenernos.<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 102