Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
puedo temer de Ti, oh Omnipotente? Nada, salvo que me mates. ¡Mátame, si quieres! Ya he<br />
descargado <strong>el</strong> alma de lo que la oprimía, ya lo he dicho todo: ¡tuve la libertad de bailar y no<br />
necesito ya de Ti!»<br />
Viendo como <strong>Zorba</strong> bailaba, comprendí por vez primera <strong>el</strong> esfuerzo quimérico d<strong>el</strong> hombre por<br />
liberarse de la grave¬dad, de la pesadez. Admiraba la fuerza, la resistencia, la agilidad, <strong>el</strong> orgullo<br />
que mostraba su cuerpo en <strong>el</strong> movimien¬to. En <strong>el</strong> guijarral, los pasos de <strong>Zorba</strong>, impetuosos y<br />
hábiles, iban trazando la historia demoníaca d<strong>el</strong> hombre.<br />
Se detuvo; contempló <strong>el</strong> aparato aéreo derribado en una serie de montones. El sol ocultábase en<br />
poniente, las som¬bras se alargaban. <strong>Zorba</strong> se volvió hacia mí con <strong>el</strong> ademán que le era habitual<br />
de cubrirse la boca con la palma de la mano.<br />
–¡Oh, oh, patrón! ¿Viste <strong>el</strong> derroche de chispas que se gastó <strong>el</strong> condenado?<br />
Estallamos en carcajadas. <strong>Zorba</strong> se arrojó contra mí, me estrechó entre sus brazos y me besó.<br />
–¿Tú también te ríes? –exclamó enternecido–. ¿Tú también te ríes, patrón? ¡Bravo, muchachito<br />
mío!<br />
Desternillándonos de risa, luchamos largo rato sobre los guijarros de la playa. Luego<br />
permanecimos tendidos y nos dormidos, al fin, abrazados.<br />
Al rayar <strong>el</strong> día me levanté y eché a andar con paso rápido, a lo largo de la orilla, hacia la aldea; <strong>el</strong><br />
corazón me latía fuertemente en <strong>el</strong> pecho. Jamás había experimentado seme¬jante júbilo en mi<br />
vida. No era sólo alegría; era un sublime, absurdo e injustificado contentamiento d<strong>el</strong> alma. No<br />
sola¬mente injustificado, sino contrario a toda justificación. Por¬que tenía perdido en la empresa<br />
todo mi dinero, los jornales de los obreros, <strong>el</strong> material d<strong>el</strong> cable aéreo, las vago<strong>net</strong>as; habíamos<br />
construido un puertecito para exportar <strong>el</strong> carbón, y ahora no nos quedaba nada que exportar.<br />
Todo se había perdido definitivamente.<br />
Pues bien, tal era <strong>el</strong> instante en que experimentaba im¬previsto sentimiento de liberación. Como<br />
si en alguno de los duros y sombríos repliegues de la necesidad hubiera sorpren¬dido a la libertad<br />
juguetona oculta, y yo me ponía a jugar con la libertad.<br />
Cuando las cosas andan mal ¡qué placer da <strong>el</strong> poner a prueba <strong>el</strong> alma para saber si tiene<br />
resistencia y valor! Dijé¬rase que un enemigo invisible y todopoderoso –que unos llaman Dios, y<br />
otros diablo– se empeñara en derribarnos; pero nosotros nos mantenemos en pie. Cada vez que<br />
interior¬mente salimos victoriosos, aunque por fuera nos hayan zu¬rrado de lo lindo, <strong>el</strong> verdadero<br />
hombre siente orgullo y alegría indecibles. La calamidad externa se convierte en su¬prema y dura<br />
f<strong>el</strong>icidad interior.<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 236