13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Advirtió de pronto la vieja sirena que me había inte¬rrumpido; borróse bruscamente la visión. Alzó<br />

los pesados párpados.<br />

–¿No dice nada más? –murmuró con reproche, pasando la lengua por los labios golosamente.<br />

–¿Qué más quieres, señora Hortensia? ¿Pero no lo ves? Toda la carta no habla sino de ti. Toma,<br />

mira, cuatro hojas. Y he aquí un corazón, mira, aquí, en <strong>el</strong> ángulo. Dice <strong>Zorba</strong> que lo dibujó él, con<br />

su propia mano. Mira cómo <strong>el</strong> amor lo ha asaeteado de parte a parte. Y debajo, mira, dos palomas<br />

que se besan y en las alas, con letras pequeñitas, dos nom¬bres entr<strong>el</strong>azados, escritos con tinta<br />

roja: Hortensia - <strong>Zorba</strong>.<br />

Por supuesto, no había tales palomos ni tal leyenda; mas los ojillos de la vieja empañados, sólo<br />

veían lo que deseaban ver.<br />

–¿Nada más? ¿Nada más? –volvió a inquirir, no sa¬tisfecha.<br />

Bien estaban las alas, las aguas jabonosas d<strong>el</strong> barbero, los palomos enamorados, muy bonito todo<br />

<strong>el</strong>lo; hermosas pala¬bras, aire... Pero su cerebro realista de mujer exigía algo más tangible, más<br />

seguro. ¡Cuántas veces en su vida tuvo que oír tales pataratas! ¿Qué provecho le trajeron?<br />

Después de tantos años de duro trajín, ahí se estaba <strong>el</strong>la, solita, en la calle.<br />

–¿Nada más? –repitió reprobadora–. ¿Nada más?<br />

Me miró como corza acorralada. Sentí lástima de su congoja.<br />

–Dice algo más muy, muy importante, señora Hortensia. Por eso lo dejé para lo último.<br />

–Veamos... –dijo desfallecida.<br />

–Dice que en cuanto regrese se ha de poner a tus plantas para rogarte lagrimeando que te cases<br />

con él. Ya no lo aguan¬ta más. Quiere, según dice, que seas su mujercita, que te llames señora<br />

Hortensia de <strong>Zorba</strong>, para que no haya ya se¬paración entre ustedes, nunca más.<br />

Ahora sí, de los ojillos acidulados manaron lágrimas ver¬daderas. ¡Ésa era la gran alegría, ése <strong>el</strong><br />

puerto deseado, ése <strong>el</strong> lamento de toda su vida! ¡Hallar la tranquilidad, tenderse en un lecho<br />

honrado, nada más!<br />

Se cubrió los ojos con la mano.<br />

–Bien –dijo con condescendencia de gran dama–, acep¬to. Pero escríb<strong>el</strong>e, por favor, que aquí en<br />

la aldea no hay coronas de azahares; es preciso que las traiga de Candía, lo mismo que dos cirios<br />

blancos con cintas rosas, y unos confites finos, de almendra. Además, que me compre un vestido<br />

de novia, blanco, medias de seda y escarpines de raso. Sábanas, tenemos; dile que no las compre.<br />

También tenemos la cama.<br />

Ordenando la lista de sus pedidos ya tenía convertido a su marido en un mandadero. Se levantó.<br />

De golpe había ad¬quirido <strong>el</strong> aspecto digno, propio de mujer casada.<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 129

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!