13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Impertérrito, él encendió otro cigarrillo y siguió contem¬plando <strong>el</strong> mar.<br />

–En primavera –continuó–, quien reina es Satán. Se aflojan las cinturas, se desabrochan los<br />

corpiños, suspiran las viejas... ¡Ea, doña Bubulina, abajo las patitas!<br />

–¡<strong>Zorba</strong>! ¡<strong>Zorba</strong>!... –imploró de nuevo <strong>el</strong> lamentable andrajo. Se inclinó, tomó <strong>el</strong> pañu<strong>el</strong>ito y lo<br />

puso por fuerza en la mano de <strong>Zorba</strong>.<br />

Arrojó él entonces <strong>el</strong> cigarrillo, desató <strong>el</strong> nudo, y ex¬tendiendo <strong>el</strong> pañu<strong>el</strong>o en la palma, observó <strong>el</strong><br />

contenido.<br />

–¿Qué es esto, señora Bubulina? –dijo con desdén.<br />

–Anillos, anillitos, tesoro mío. Alianzas –murmuró la vieja sirena muy temblorosa–. Presente se<br />

halla nuestro testigo ¡que Dios bendiga!, hermosa es la noche, anúnciase <strong>el</strong> siroco, Dios nos<br />

contempla ¡s<strong>el</strong>lemos nuestros esponsales, <strong>Zorba</strong> de mi alma!<br />

<strong>Zorba</strong> paseaba la mirada de doña Hortensia a mi persona, luego la bajaba a los anillos. Una turba<br />

de demonios lu¬chaban en su ánimo, sin llevar ventaja ninguno de <strong>el</strong>los. La desdichada lo miraba a<br />

él, en angustiosa espera.<br />

De pronto sacudió la cabeza: la suerte estaba echada. Se le iluminó <strong>el</strong> semblante. Dio unas<br />

palmadas y se levantó de un salto.<br />

–¡Salgamos –exclamó–, sea a la luz de las estr<strong>el</strong>las; que Dios nos vea! Patrón, toma los anillos.<br />

¿Sabes sal¬modiar?<br />

–No –le contesté, divertido–. ¡Pero no importa!<br />

Ya había yo saltado d<strong>el</strong> lecho y ayudado a la buena mujer a levantarse.<br />

–Yo sí sé. Olvidé contarte que he sido también mona¬guillo, iba con <strong>el</strong> pope a las bodas, a los<br />

bautismos, a los entierros; aprendí de memoria los cantos de la Iglesia. ¡Ven, mi Bubulina, ven,<br />

pichoncito mío, acércate, mi fragata de Francia, ponte a mi derecha!<br />

Una vez más, de todos los demonios interiores de <strong>Zorba</strong>, <strong>el</strong> demonio jocoso había salido vencedor.<br />

Sintió lástima de la vieja cantante, <strong>el</strong> corazón se le desgarraba ante las mira¬das tan ansiosas de<br />

aqu<strong>el</strong>los abatidos ojos femeninos.<br />

–¡Al diablo! –murmuró al decidirse–. Todavía puedo procurarle algún placer a la especie hembra.<br />

¡No vacilemos!<br />

Avanzó hacia la playa d<strong>el</strong> brazo de doña Hortensia; me entregó los anillos; se volvió hacia <strong>el</strong> mar y<br />

comenzó a salmodiar:<br />

«¡Bendito sea Nuestro Señor por los siglos de los siglos, amén!»<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 175

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!