Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
–Quizás supones que por inclinación mística ¿verdad? Pues no es así. La miseria, hermano, la<br />
miseria. Como no tenía nada a que hincar <strong>el</strong> diente, me dije: «No te queda más que entrar en <strong>el</strong><br />
monasterio para no morirte de hambre.»<br />
–¿Y estás contento?<br />
–¡Dios sea loado! Suspiro a veces, pero no por lo que supones. No suspiro por deseos terrestres,<br />
que en la tierra yo me cago, perdonad que lo diga... Suspiro por <strong>el</strong> Ci<strong>el</strong>o. Digo chistes, hago<br />
cabriolas, los monjes se ríen de mí; me dicen poseso y me injurian. Pero yo pienso: No puede ser lo<br />
que creen; ciertamente a Dios le agrada reír. «Entra, payaso mío, dirá un día. Ven, haz que me<br />
ría.» Y me abrirá las puertas d<strong>el</strong> Paraíso, como bufón.<br />
–¡Viejo, opino que tienes bien puesta la cabeza sobre los hombros! –dijo <strong>Zorba</strong> levantándose–.<br />
¡En, marcha! No es cosa de quedarnos aquí hasta la noche.<br />
De nuevo <strong>el</strong> monje inició la partida. Mientras subíamos por la montaña, me parecía que escalaba<br />
en mi interior escar¬pados senderos psíquicos, pasando de chatos cuidados a otros más altos, de<br />
las cómodas verdades llaneras a teorías más abruptas. De pronto, <strong>el</strong> monje interrumpió su<br />
marcha.<br />
–Nuestra Señora de la Venganza –dijo señalando una capillita de grácil cúpula redonda.<br />
Se postró y persignó. Yo me apeé y entré en <strong>el</strong> fresco oratorio. En un extremo, un viejo icono<br />
ennegrecido por <strong>el</strong> humo estaba cargado de ex¬votos: d<strong>el</strong>gadas placas de plata en que se<br />
representaban tos¬camente manos, pies, ojos, corazones... Ante <strong>el</strong> icono ardía una lamparilla de<br />
plata permanentemente.<br />
Me aproximé en silencio: una bravía madona guerrera, de cu<strong>el</strong>lo firme, de mirada austera y<br />
vigilante, sostenía, no al Divino Infante, sino larga lanza fuertemente empuñada.<br />
–¡Guay de quien ose tocar <strong>el</strong> monasterio! –dijo <strong>el</strong> mon¬je con asustado tono–. La Virgen se arroja<br />
contra él y lo atraviesa con la lanza. En otros tiempos vinieron los arg<strong>el</strong>inos e incendiaron <strong>el</strong><br />
convento. Pero oye lo que les ocurrió: en <strong>el</strong> momento en que los infi<strong>el</strong>es pasaban ante la capilla, la<br />
Santísima Virgen, sin vacilar, saltó d<strong>el</strong> icono y se echó afuera. Y ¡dale que dale! con tal ímpetu<br />
arremetió a lanzazos contra los malditos que no quedó uno con vida. Mi abu<strong>el</strong>o recordaba haber<br />
visto las osamentas desparramadas por todo <strong>el</strong> pinar. Desde esa época la llamaron Nuestra Señora<br />
de la Vengan¬za. Antes la llamaban de la Misericordia.<br />
–¿Y por qué no realizó <strong>el</strong> milagro antes que quemaran <strong>el</strong> convento, padre Zaharia? –preguntóle<br />
<strong>Zorba</strong>.<br />
–¡Tal fue la voluntad d<strong>el</strong> Altísimo! –respondió <strong>el</strong> monje persignándose tres veces.<br />
–¡Vaya con <strong>el</strong> Altísimo! –murmuró <strong>Zorba</strong> montando a caballo–. ¡Rala! ¡En marcha!<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 157