Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
una de las vetas dábales rostros a las fuerzas ocultas, de modo que ya no podían disimularse ante<br />
él.<br />
–Si yo sé que ésta –decía– es la galería Canavaro (así tenía bautizada a la primera que abriéramos),<br />
¿qué demonios podría hacerme? La conozco por su nombre; no puede tener la audacia de<br />
engañarme. Como tampoco la «Madre Supe¬riora», ni la «Tuerta», ni la «Meona». Si las conozco a<br />
todas por sus nombres, te digo.<br />
Ese día yo me había escurrido en la mina sin que él lo notara.<br />
–¡Vivo! ¡Vivo! –les gritaba a los obreros como solía hacerlo cuando lo arrebataba <strong>el</strong> entusiasmo–.<br />
¡Ad<strong>el</strong>ante, muchachos! ¡La montaña es nuestra!... ¡Hombres somos, bestias temibles! Vosotros,<br />
cretenses, yo, macedonio, hemos de dominar a la montaña, no podrá <strong>el</strong>la más que nosotros.<br />
Hemos vencido a Turquía ¿no? ¡Qué temor puede inspirar¬nos, entonces, esta montañita de mala<br />
muerte! ¡Ad<strong>el</strong>ante!<br />
Alguien se acercó corriendo a <strong>Zorba</strong>. A la luz d<strong>el</strong> acetileno distinguí los morros estrechos de<br />
Mimito.<br />
–<strong>Zorba</strong> –le dijo con <strong>el</strong> habitual tartamudeo–, <strong>Zorba</strong>...<br />
Éste volviendo la cabeza vio a Mimito y comprendió de qué se trataba. Alzó la manaza.<br />
–¡Vete! –le gritó–. ¡A volar de aquí!<br />
–Vengo enviado por la señora... –comenzó <strong>el</strong> tonto.<br />
–¡Que te vayas, te digo! ¡Estamos ocupados!<br />
Mimito se alejó a toda prisa. <strong>Zorba</strong> escupió con enojo.<br />
–El día es para <strong>el</strong> trabajo –dijo–. El día es varón. La noche para la diversión. La noche es hembra.<br />
¡No hay que mezclar una cosa con la otra!<br />
En ese momento, me ad<strong>el</strong>anté.<br />
–Amigos –dije–, es mediodía. Hora es de dejar la tarea y tomar un bocado.<br />
<strong>Zorba</strong> se volvió, vióme y frunció <strong>el</strong> gesto.<br />
–Con tu permiso, patrón. Déjanos. Ve tú a almorzar. Hemos perdido doce días, hay que<br />
recuperarlos. ¡Buen pro¬vecho!<br />
Salí de la mina y bajé hacia <strong>el</strong> mar. Abrí <strong>el</strong> libro que llevaba en la mano. Tenía apetito; pero lo<br />
olvidé. La medi¬tación es también una cantera, pensé. ¡Ad<strong>el</strong>ante, pues! Y me interné en las<br />
hondas galerías de la mente.<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 148