13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

–¡Vamos! Dejen en paz a esta gente. ¡Aquí no hay madame que valga! Yo los alojaré.<br />

–Se vendrán a mi casa, Kondomanolio –dijo <strong>el</strong> viejo–¬. No tengo hijos, la casa es grande, sobra<br />

lugar.<br />

–Perdone, tío Anagnosti –gritó <strong>el</strong> cafetero inclinándose hacia <strong>el</strong> oído d<strong>el</strong> viejo–. Yo lo he dicho<br />

antes.<br />

–Pues quédate tú con uno –dijo <strong>el</strong> viejo Anagnosti–; yo me llevaré al viejo.<br />

–¿Qué viejo? –dijo <strong>Zorba</strong> picado en lo vivo.<br />

–Nosotros no nos separamos –dije, indicándole con un ademán a <strong>Zorba</strong> que no se irritara–. No nos<br />

separaremos. Iremos a ver a madame Hortensia.<br />

–¡Sed bienvenidos! ¡Sed bienvenidos!<br />

Una mujercilla menuda, rechoncha, regordeta, de cab<strong>el</strong>lo descolorido, como hebras de lino,<br />

apareció entre los álamos contoneándose con las piernas tuertas, tendidos los brazos.<br />

Un lunar erizado de cerdas porcinas le adornaba la barbilla. Llevaba cinta de terciop<strong>el</strong>o rojo en<br />

torno d<strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo y las agostadas mejillas enyesadas con polvos malva. Un mechon¬cito reb<strong>el</strong>de<br />

brincábale en la frente, dándole cierto parecido con Sara Bernhardt, anciana, en El Aguilucho.<br />

–¡He tenido gran placer en conocerla, madame Horten¬sia! –contesté yo disponiéndome a besarle<br />

la mano, impul¬sado por repentino buen humor.<br />

La vida se me presentó de pronto como un cuento, como una comedia de Shakespeare, La<br />

Tempestad. Acabábamos de desembarcar, empapados tras <strong>el</strong> supuesto naufragio. Estába¬mos<br />

explorando la ribera sorprendente y saludando con toda ceremonia a los habitantes d<strong>el</strong> lugar. Esta<br />

doña Hortensia se me antojaba la reina de la isla, algo así como una foca rubia y luciente que<br />

hubiera venido a encallar, medio podrida, en estas playas. Detrás de <strong>el</strong>la, con sus múltiples<br />

cabezas crasas, p<strong>el</strong>udas y pletóricas de buen humor, Calibán <strong>el</strong> pueblo, que la mira con orgullo y<br />

desprecio.<br />

<strong>Zorba</strong>, <strong>el</strong> príncipe disfrazado, la contempla también con ojos muy abiertos, como a antigua<br />

compañera, vieja fragata que había combatido en lejanos mares, a veces victoriosa, a veces<br />

vencida, con las troneras hundidas, rotos los mástiles, desgarrado <strong>el</strong> v<strong>el</strong>amen, y que ahora,<br />

surcada de fisuras que calafateaba con cremas y polvos, se había acogido a esta costa y esperaba.<br />

Sin duda, lo esperaba a <strong>Zorba</strong>, <strong>el</strong> capitán de las mil cicatrices. Y era un placer para mí <strong>el</strong> ver cómo<br />

se encontraban de nuevo ambos comediantes en esta decora¬ción cretense, sencillamente<br />

montada y pintada con brocha gorda.<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 25

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!