Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
–¿Qué querías que hiciera, patrón? Me ahogaba la ale¬gría. Era necesario que le diera expansión.<br />
¿Y cómo puede uno desahogarse? ¿Con palabras? ¡Pff!<br />
–¿Qué alegría?<br />
Se le oscureció <strong>el</strong> semblante. Le tembló <strong>el</strong> labio.<br />
–¿Cómo qué alegría? ¿Entonces lo que dijiste no eran sino palabras echadas al viento? ¿Ni tú<br />
mismo las comprendías? No estamos aquí, dijiste, por la mina. ¿Has dicho eso, no? Hemos venido<br />
para pasar <strong>el</strong> tiempo, para disimular nues¬tros propósitos ante la gente, de modo que no nos<br />
tomen por chiflados y no nos arrojen tomates. Pero nosotros, cuando nos hallemos a solas,<br />
cuando nadie nos vea, nos reiremos a carcajadas. Eso es, palabra de honor, lo que yo también<br />
quería, aunque sin entenderlo claramente. A veces pensaba en <strong>el</strong> carbón, a veces en la tía<br />
Bubulina, a veces en ti... ¡un embrollo! Cuando iba abriendo alguna galería, decíame para mi<br />
coleto: ¡Lo que yo quiero es carbón! Y de los pies a la cabeza me convertía en carbón. Pero<br />
después, al fin de la jornada, mientras retozaba con la vieja marrana, ¡séanle propicias todas las<br />
horas!, mandaba al infierno a todo <strong>el</strong> lig¬nito y a todos los patrones d<strong>el</strong> mundo, y con <strong>el</strong>los al<br />
mismo <strong>Zorba</strong>. Se me iba a pique <strong>el</strong> seso. Y al encontrarme solo, sin nada entre manos, pensaba en<br />
ti, patrón, y se me partía <strong>el</strong> alma. Pesábame <strong>el</strong> corazón: ¡Qué vergüenza, <strong>Zorba</strong>, decíame, qué<br />
vergüenza que te mofes de ese buen hombre y le estés comiendo <strong>el</strong> dinero! ¿Hasta cuándo<br />
seguirás siendo un co¬chino, pedazo de <strong>Zorba</strong>? ¡Me cansas!<br />
»–Te lo digo, patrón, se me iba a pique <strong>el</strong> seso. Tironeá¬bame <strong>el</strong> demonio por un lado, Dios por <strong>el</strong><br />
otro, y entre ambos me partían por <strong>el</strong> medio. Ahora ¡bendito seas, pa¬trón!, has dicho la gran<br />
palabra y yo veo claro. ¡He visto! ¡He comprendido! Estamos de acuerdo. Y desde ahora<br />
¡que¬mamos las naves! ¿Cuánto dinero te queda? ¡Sácalo y comámonos <strong>el</strong> capital!<br />
Secóse <strong>el</strong> sudor, mirando en torno. Los restos de la cena estaban aún desparramados en la mesita.<br />
Alargó hacia <strong>el</strong>los <strong>el</strong> brazo.<br />
–Con tu permiso, patrón –dijo–. Me ha vu<strong>el</strong>to a dar apetito.<br />
Cogió una rebanada de pan, una cebolla, un puñado de aceitunas.<br />
Comía con avidez; dejaba caer en la boca <strong>el</strong> vino de la calabaza sin tocarla con los labios y <strong>el</strong> vino<br />
gorgoteaba ruido¬samente. <strong>Zorba</strong> chasqueó la lengua, satisfecho.<br />
–El pecho recobró la calma –dijo.<br />
Me guiñó un ojo.<br />
–¿Por qué no te ríes? –preguntóme–. ¿Por qué me miras de ese modo? Yo soy así. Existe en mí un<br />
demonio que grita y yo hago lo que me manda. Cada vez que me encuentro a punto de ahogo, me<br />
ordena: ¡Baila!, y yo bailo. ¡Y me siento aliviado! Una vez, cuando mi pequeñín Dimi¬traki se me<br />
murió, en Calcídica, me levanté y me puse a bailar. Los parientes y amigos que me veían que<br />
danzaba ante <strong>el</strong> cuerpecito yacente se precipitaron con la intención de contenerme: «¡<strong>Zorba</strong> se ha<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 60