13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

–¡Ahí está <strong>el</strong> pueblo! –gritaron los chicos echando a correr.<br />

En cuanto doblamos la colina de arena, <strong>el</strong> pueblecillo se nos apareció, trepado al borde de la<br />

barranca. Casitas bajas de techos planos, encaladas, pegadas unas a otras. Y como las ventanas<br />

abiertas eran unas manchas negras, parecían cráneos blanqueados, acuñados entre las piedras.<br />

Me acerqué a <strong>Zorba</strong>.<br />

–Cuida, <strong>Zorba</strong> –le recomendé en voz baja–, de por¬tarte como es debido cuando entremos en <strong>el</strong><br />

pueblo. ¡Es pre¬ciso no despertar sospechas, <strong>Zorba</strong>! Portémonos como per-sonas serias: yo, <strong>el</strong><br />

dueño; tú, <strong>el</strong> capataz. Los cretenses, has de saberlo, no admiten bromas. En cuanto te echan la<br />

mira¬da encima, al punto notan por dónde flaqueas y te ponen un mote, y luego no hallarás modo<br />

alguno de librarte d<strong>el</strong> mismo. Tendrás que seguir corriendo con él a cuestas, como un can al que le<br />

atan una cacerola al rabo.<br />

<strong>Zorba</strong> se tomó <strong>el</strong> bigote con toda la mano y sumióse en meditación.<br />

–Oye, patrón –me dijo al fin–, si hay una viuda en <strong>el</strong> pago no tienes por qué temer, si no la hay...<br />

En ese momento, a la entrada d<strong>el</strong> pueblo, una mendiga cubierta de andrajos se acercó tendiendo<br />

la mano; atezada, mugrienta, con unos p<strong>el</strong>os negros y duros en <strong>el</strong> labio superior.<br />

–¡Eh, compadre! –le gritó a <strong>Zorba</strong>–. ¡Eh, compadre! ¿Tienes tú alma?<br />

<strong>Zorba</strong> se detuvo.<br />

–Sí, la tengo –contestó con toda seguridad.<br />

–Entonces, dame cinco dracmas.<br />

<strong>Zorba</strong> extrajo d<strong>el</strong> bolsillo una cartera de cuero muy ajada.<br />

–¡Toma! –le dijo.<br />

Y una sonrisa borró la amargura que todavía aparecía en sus labios.<br />

–Por lo que veo –comentó–, las cosas no están caras acá: cinco dracmas <strong>el</strong> alma.<br />

Los canes de la aldea se arrojaron contra nosotros, las mujeres se asomaron a las azoteas, los<br />

niños nos siguieron chillando. Algunos imitaban <strong>el</strong> ladrido de los perros, otros las bocinas de autos,<br />

otros se nos ad<strong>el</strong>antaban mirándonos con ojazos extasiados.<br />

Llegamos a la plaza d<strong>el</strong> pueblo: dos inmensos álamos blan¬cos, rodeados de troncos groseramente<br />

cortados a escuadra, servían de asientos; en frente, <strong>el</strong> café con la amplia muestra descolorida:<br />

«Café-Carnicería El Pudor».<br />

–¿De qué te ríes, patrón? –me preguntó <strong>Zorba</strong>.<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 23

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!