13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

–Querría proponerte algo, algo muy serio... –dijo, y se interrumpió conmovida.<br />

–Dilo, señora Hortensia, estoy a tus órdenes.<br />

–<strong>Zorba</strong> y yo te queremos. Eres generoso, no nos humilla¬rás. ¿Quieres ser nuestro testigo?<br />

Me estremecí. Había en otros tiempos en casa de mis pa¬dres una sirvienta, la vieja Diamándula,<br />

ya más que sexagena¬ria, solterona, medio enloquecida por la soltería forzosa, un manojo de<br />

nervios, encogidita, muy escasa de pechos, bigotu¬da. Se enamoró de Mitso, mozo d<strong>el</strong> especiero<br />

d<strong>el</strong> barrio, joven campesino grasiento, bien nutrido e imberbe.<br />

–¿Cuándo te casas conmigo? –le preguntaba cada do¬mingo–. ¡Cásate! ¿Cómo puedes resistir tú?<br />

¡Yo no puedo!<br />

–Yo tampoco –le respondía <strong>el</strong> pícaro mozo, halagándola con promesas falaces sólo por asegurarse<br />

la parroquiana–, yo tampoco puedo, mi buena Diamándula, pero ten un poco de paciencia. Espera<br />

a que me salgan a mí también bigotes...<br />

Los años pasaban así y la vieja Diamándula tenía pacien¬cia. Los nervios se le calmaron, las<br />

jaquecas disminuyeron, <strong>el</strong> amargado labio huérfano de besos sonreía. Lavaba con mayor cuidado<br />

la ropa, rompía menor cantidad de platos y no de¬jaba que se quemaran los guisos...<br />

–¿Quieres ser nuestro testigo, amito? –me preguntó una noche a escondidas.<br />

–Con mucho gusto, Diamándula –le dije mientras se me anudaba la garganta.<br />

Aqu<strong>el</strong> pedido me había encogido <strong>el</strong> corazón; por eso oyendo de labios de doña Hortensia iguales<br />

palabras, me estremecí.<br />

–Con mucho gusto –respondíle–. Me honro con <strong>el</strong>lo, señora Hortensia.<br />

Arregló los rizos que salían d<strong>el</strong> sombrerito y se lamió los labios.<br />

–Buenas noches, amigo mío. Buenas noches y que lo tengamos pronto de regreso.<br />

La vi que se alejaba meneándose, con m<strong>el</strong>indres de joven¬cilla. Dábale alas la alegría y sus viejos<br />

zapatos de tacón torcido dejaban en la arena hoyu<strong>el</strong>os profundos.<br />

Apenas la ocultó <strong>el</strong> cabo de la costa, oyéronse en la playa gritos clamorosos y llantos. Me levanté y<br />

corrí: allá, en <strong>el</strong> extremo opuesto, unas mujeres lanzaban estridentes chillidos como plañideras en<br />

canto mortuorio. Subíme a una peña y observé: desde la aldea venían corriendo hombres y<br />

mujeres, detrás de <strong>el</strong>los ladraban los canes, dos o tres ji<strong>net</strong>es corrían d<strong>el</strong>ante y espesa nube de<br />

polvo se alzaba a su paso.<br />

–Ha ocurrido una desgracia –pensé, y bajé a toda prisa hacia <strong>el</strong> promontorio.<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 130

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!