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Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

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–Padre José, compartamos. Podrás comprarte cien kilos de bacalao y darte un atracón que te<br />

desfonde las tripas. Luego vomitarás y quedarás libre d<strong>el</strong> antojo. Ven, dame la pata.<br />

El monje arrebató los billetes, metiéndos<strong>el</strong>os entre la pe¬chera de la camisa y la pi<strong>el</strong>.<br />

–Compraré petróleo –dijo.<br />

<strong>Zorba</strong>, inclinado hacia <strong>el</strong> oído d<strong>el</strong> monje, le dijo en voz baja:<br />

–Debe ser de noche, cuando duerman todas esas barbas de cabrón, y cuando sople fuerte <strong>el</strong><br />

viento. Regarás las paredes por los cuatro rincones. Empaparás bien en petróleo, pap<strong>el</strong>es, trapos,<br />

estopa, todo lo que tengas a mano y le darás fuego. ¿Comprendes?<br />

El monje temblaba.<br />

–¡No tiembles monje! ¿Acaso no te lo ordenó <strong>el</strong> Arcán¬g<strong>el</strong>? ¡Dale petróleo y sea lo que Dios<br />

quiera! ¡Que te conserves bien!<br />

Montamos. Eché postrer mirada al monasterio.<br />

–¿Averiguaste algo, <strong>Zorba</strong>?<br />

–¿Con respecto al disparo? No te preocupes, patrón. Zaharia está en lo cierto: ¡Sodoma y<br />

Gomorra! Dometios mató al monjecito. ¡Nada más!<br />

–¿Por qué?<br />

–No lo menees, patrón, te lo aconsejo; no hallarás más que podredumbre y hedor.<br />

Miró hacia <strong>el</strong> monasterio. Los monjes salían d<strong>el</strong> refectorio, inclinando la cabeza; con las manos<br />

cruzadas, para di¬rigirse a sus c<strong>el</strong>das respectivas.<br />

–¡Que vuestra maldición caiga sobre mi cabeza, santos Padres! –exclamó.<br />

XIX<br />

La primera persona con quien nos encontramos al poner las plantas en la playa de la mina fue con<br />

nuestra sirena, acu¬rrucada ante la puerta de la cabaña. Cuando al encender la lámpara vi <strong>el</strong><br />

semblante que tenía, quedé impresionado.<br />

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