Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
alma y de sus huesos, y he aquí un t<strong>el</strong>e¬grama que te invita a recorrer miles de kilómetros para<br />
ver una hermosa piedra verde... ¡Maldita sea la b<strong>el</strong>leza! excla¬mé. Pues carece de corazón y no la<br />
aflige <strong>el</strong> dolor humano.<br />
Pero enseguida quedé pasmado: la indignación se aven¬taba y advertía yo que al llamado<br />
inhumano de <strong>Zorba</strong> hacíale eco otro inhumano llamado en mi interior. También dentro de mí un<br />
pájaro silvestre tendía las alas, dispuesto a alzar <strong>el</strong> vu<strong>el</strong>o.<br />
Sin embargo, no salí. De nuevo faltóme <strong>el</strong> ánimo. No quise escuchar <strong>el</strong> divino y feroz clamor que<br />
en mí se levan¬taba; no emprendí la acción generosa e insensata. Presté oídos a la voz prudente,<br />
humana, de la lógica, y tomé la pluma para explicarle a <strong>Zorba</strong> la razón de mi conducta.<br />
Me contestó:<br />
«Sin que sea faltarte al respeto, patrón, te diré que tienes alma de cagatinta. ¡Desdichado, se te<br />
brinda la oportunidad de ver una vez en tu vida una hermosa piedra verde y la desdeñas! A fe que<br />
algunas veces, cuando no tenía cosa mejor que hacer, he cavilado acerca de si habrá o no habrá<br />
infierno. Pues ayer, en cuanto recibí tu carta, exclamé: ¡No cabe duda de que existe un infierno<br />
adonde van a parar los cagatintas como tú!»<br />
Desde entonces no volvió a escribir. Nuevamente, aconte¬cimientos terribles se interpusieron<br />
entre nosotros; <strong>el</strong> mundo seguía tambaleándose como un ebrio, la tierra se desgarró, las<br />
amistades y preocupaciones personales cayeron al abismo.<br />
A menudo hablábales a mis amigos de aqu<strong>el</strong>la alma supe¬rior; admirábamos <strong>el</strong> andar firme y<br />
altivo, despreocupado de la razón, de aqu<strong>el</strong> hombre inculto. Las alturas espirituales que nos<br />
cuestan años y fatigas alcanzar, las escalaba <strong>Zorba</strong> de un brinco. Decíamos, entonces: «<strong>Zorba</strong> es<br />
una gran alma.» A veces <strong>el</strong> brinco lo llevaba más alto que aqu<strong>el</strong>las alturas y entonces decíamos:<br />
«<strong>Zorba</strong> está loco.»<br />
Así transcurría <strong>el</strong> tiempo, suavemente envenenado por los recuerdos. Pesaba también en mi alma<br />
la otra sombra, la de mi amigo; no se apartaba de mí, pues yo no me apartaba de <strong>el</strong>la.<br />
Pero con nadie hablaba de esa sombra. Conversaba con <strong>el</strong>la a escondidas, y gracias a <strong>el</strong>la me<br />
sentía reconciliado con la muerte. Era un puente oculto que me unía con la otra orilla. Cuando <strong>el</strong><br />
alma de mi amigo cruzaba <strong>el</strong> puente, veíala agotada y pálida; sin fuerzas para estrecharme la<br />
mano.<br />
A veces pensaba con espanto que quizás a mi amigo no le haya alcanzado <strong>el</strong> tiempo en la tierra<br />
para sublimar en liber¬tad la esclavitud d<strong>el</strong> cuerpo, para preparar y fortalecer <strong>el</strong> alma de modo<br />
que en <strong>el</strong> instante postrero no la dominara <strong>el</strong> pá¬nico de la muerte y quedara aniquilada. Quizás,<br />
pensaba, faltóle tiempo para inmortalizar lo que en él podía ser inmortalizado.<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 248