13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

»(¡Perdóname, patrón! Me vi en la necesidad de gastar un dinero que te pertenecía; pero la<br />

afrenta era de tal mag¬nitud que se imponía dejar a salvo nuestra honra, la tuya como la mía; era<br />

menester que la mocosa se humillara y se pusiera de hinojos ante nosotros. Era imperiosamente<br />

nece¬sario. Y como yo sabía que no me hubieras abandonado allí, indefenso, en <strong>el</strong> difícil trance,<br />

pues bien: “¡Dos de champaña, mozo!”)<br />

»Llegó <strong>el</strong> champaña, pedí unos past<strong>el</strong>illos, luego más cham¬paña. Pasó un tipo vendiendo<br />

jazmines, le compré todo lo que había en <strong>el</strong> cesto y lo volqué en las rodillas de la pe¬dorrera que<br />

se había atrevido a ofendernos.<br />

»Bebíamos y volvíamos a beber; sin embargo, te juro, patrón, que no le puse las manos encima. Yo<br />

conozco <strong>el</strong> asunto. Cuando joven, lo primero que hacía era manosearlas; ahora, en la vejez, lo<br />

primero que hago es gastar, mostrarme liberal, tirar <strong>el</strong> dinero a manos llenas. A las mujeres esto<br />

las enloquece, y así seas jorobado, o viejo carcamal, o más feo que un piojo, ni lo advierten, las<br />

muy bribonas. No ven nada, nada más que la mano de la que rueda <strong>el</strong> dinero como de un bolso<br />

desfondado. Decía, pues, que yo derrochaba a más y mejor ¡bendito seas, patrón, y Dios te lo<br />

devu<strong>el</strong>va centuplicado! y la pícara allí se estaba. Acercábaseme muy mimosa, apoyaba la rodillita<br />

en mis zancas; pero yo, un tém¬pano; aunque la procesión iba por dentro. Y, precisamente, eso es<br />

lo que les hace perder <strong>el</strong> tino a las mujeres, debes recordarlo para <strong>el</strong> caso en que te veas en<br />

semejante trance, que perciban que por dentro ardes y, no obstante, ni te dig¬nas tocarles <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o.<br />

»En suma, llegó la medianoche y pasó también. Apagáron¬se las luces poco a poco; <strong>el</strong> café cerraba<br />

las puertas. Saqué un rollo de billetes de mil; pagué <strong>el</strong> gasto, dejándole al mozo generosa propina.<br />

La chiquilla se prendió de mi brazo.<br />

»–¿Cómo te llamas? –me preguntó con voz desfallecida.<br />

»–¡Abu<strong>el</strong>o! –le contesté muy arrogante.<br />

»La bribona me dio un fuerte p<strong>el</strong>lizco:<br />

»–Ven... –me dijo en voz baja–. Ven...<br />

»Le cogí la mano, se la estreché como confirmando <strong>el</strong> pacto y le dije:<br />

»–Vamos, chiquilla... –La voz me salió algo ronca.<br />

»El resto, ya lo supones. Arreglamos nuestros asuntos. Y luego me quedé dormido. Desperté cerca<br />

d<strong>el</strong> mediodía. Eché una mirada en torno ¿y qué veo? Un cuartito muy mono, bien limpio, con<br />

butacas, lavabo, jabones, frascos grandes y chicos, espejos grandes y espejitos de mano, vestidos<br />

de todos colo¬res colgados a la pared y una multitud de fotografías: de marinos, de oficiales, de<br />

capitanes, de gendarmes, de baila¬rinas, de mujeres vestidas solamente con dos sandalias rojas. Y<br />

a mi lado, en <strong>el</strong> lecho, tibia, perfumada, desm<strong>el</strong>enada, la especie hembra.<br />

»–¡Ah, <strong>Zorba</strong>, me dije muy quedo cerrando los ojos, has entrado vivo en <strong>el</strong> Paraíso; <strong>el</strong> lugar es<br />

d<strong>el</strong>eitoso, no te mue¬vas!<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 121

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!