Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
alto que un gato, a mofarse de nosotros? «¡Eh, viejo!», grita <strong>el</strong> hijo de mala madre, «¿a dónde te<br />
lle¬vas a la nieta?»<br />
»–Como comprenderás, Lola se avergonzó, y yo también. Y para que <strong>el</strong>la no se avergonzara de mi<br />
compañía, esa mis¬ma noche fui a que <strong>el</strong> p<strong>el</strong>uquero me tiñera la p<strong>el</strong>uca.<br />
Reí. <strong>Zorba</strong> me miró serio.<br />
–¿Te parece cómico, patrón? Sin embargo, mira, <strong>el</strong> hom¬bre es algo que pasma. Desde aqu<strong>el</strong> día,<br />
he notado en mí un cambio profundo. Yo mismo llegué a creer que tenía cab<strong>el</strong>los negros de veras<br />
–<strong>el</strong> hombre echa fácilmente en olvido todo aqu<strong>el</strong>lo que no le conviene recordar– y, te lo juro,<br />
sentíme con renovadas energías. Hasta Lola advirtió <strong>el</strong> cambio. Y la punzada que me daba aquí en<br />
los riñones ¿recuerdas?, se me fue como por encanto. Hombre, estas cosas, sin duda, no las<br />
cuentan tus libracos...<br />
Sonrió irónicamente, pero se arrepintió al instante:<br />
–Lo digo sin intención de ofenderte, patrón. Yo, <strong>el</strong> único libro que leí es <strong>el</strong> Sinbad <strong>el</strong> Marino, y para<br />
lo que me sirvió...<br />
Descolgó, pues, <strong>el</strong> santuri; lo desnudó lentamente, con gran ternura.<br />
–Vayamos afuera –dijo–. Encerrado entre cuatro pa¬redes, <strong>el</strong> santuri no se halla cómodo. Es un<br />
animalito silves¬tre, le hace falta aire libre.<br />
Salimos. Las estr<strong>el</strong>las chispeaban como pedernales. La Vía Láctea rodaba de una parte a la otra d<strong>el</strong><br />
ci<strong>el</strong>o. Hervía <strong>el</strong> mar.<br />
Nos sentamos en las piedras. Las olas llegaban blanda¬mente a lamernos los pies.<br />
–Cuando se anda en la mala hay que levantar <strong>el</strong> ánimo –dijo <strong>Zorba</strong>–. ¡Vaya, pues! ¿La suerte se<br />
imaginará que tiene fuerzas suficientes como para obligarnos a arriar <strong>el</strong> pab<strong>el</strong>lón? ¡Ven acá,<br />
santuri mío!<br />
–Una canción macedonia, de tu tierra, <strong>Zorba</strong> –le dije.<br />
–¡No, una canción cretense, de la tuya! Quiero entonar una copla que me enseñaron en Candía, y<br />
que desde que la conozco ha dado nuevo rumbo a mi vida.<br />
Meditó un segundo:<br />
–No, no es un rumbo distinto, sino que ahora com¬prendo que tenía razón.<br />
Apoyó los gruesos dedos en las cuerdas d<strong>el</strong> instrumento; tendió <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo y la voz ronca, inculta,<br />
dolorosa, inició <strong>el</strong> canto:<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 146