13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Paleólogo, no <strong>el</strong> que fue muerto ante los muros de Bizancio, sino <strong>el</strong> otro, <strong>el</strong> de la leyenda, <strong>el</strong> que<br />

convertido en mármol, espera, de pie, la llegada d<strong>el</strong> áng<strong>el</strong> de la libertad. Yo, si me lo permites, a<br />

ese jefe de nuestra raza lo llamaría Akritas. Me gusta más este nombre, es más austero y más<br />

guerrero. En cuanto lo oyes se yergue en tu alma, armada con todas sus armas, la Hélade eterna,<br />

la que combate sin tregua y sin temor en las marcas, en las fronteras. En todas las fronteras:<br />

nacionales, int<strong>el</strong>ectuales, espirituales. Y si le agregamos <strong>el</strong> epíteto de Digenis, queda pintada más<br />

nítida la imagen de nuestra raza, maravillosa síntesis de Oriente y Occidente.<br />

»Me hallo en estos momentos en Kars, donde vine a reco¬ger a todos los <strong>griego</strong>s d<strong>el</strong> contorno. El<br />

mismo día de mi llegada, los kurdos se apoderaron, en los alrededores de Kars, de un pope y de un<br />

maestro de escu<strong>el</strong>a <strong>griego</strong>s y los herraron como a mulos. Espantados los notables se refugiaron en<br />

la casa en que habito. Oímos, cada vez más cercano, <strong>el</strong> cañoneo de los kurdos que se acercan.<br />

Todos tienen puestas las mi¬radas en mí, como si yo fuera la única fuerza capaz de salvarlos.<br />

»Pensaba marcharme mañana a Tiflis; pero ahora, en presencia d<strong>el</strong> inminente p<strong>el</strong>igro, me da<br />

vergüenza retirarme. Me quedo, pues. No diré que no siento miedo; lo siento, en verdad; pero<br />

también siento vergüenza. El Guerrero de Rem¬brandt, mi Guerrero, ¿no procedería de igual<br />

modo? Se quedaría; yo también me quedo, entonces. Si los kurdos entran en la ciudad, es natural<br />

y justo que me hierren a mí antes que a nadie. Por cierto que no descontarías, maestro, semejante<br />

fin de mulo herrado para tu discípulo.<br />

»Tras inacabable discusión, a la manera griega, hemos resu<strong>el</strong>to que todos los nuestros se<br />

congregarían esta noche con sus caballerías, sus bueyes, sus ovejas, sus mujeres y sus hijos, para<br />

partir al alba hacia <strong>el</strong> norte. Yo iré ad<strong>el</strong>ante, como <strong>el</strong> morueco al frente de las ovejas.<br />

»¡Patriarcal emigración de un pueblo a través de cordille¬ras y llanuras de nombres legendarios! Y<br />

yo seré algo así como un Moisés, seudo-Moisés, que conduce al pueblo <strong>el</strong>e-gido hacia la Tierra<br />

Prometida, como estos ingenuos llaman a Grecia. Hubiera sido menester, sin duda, para que<br />

estu¬viera a la altura de tal misión mosaica y para no avergonzarte, maestro, que me animara a<br />

suprimir los <strong>el</strong>egantes escarpines, objeto de tus burlas, y que me envolviera las piernas con bandas<br />

de pi<strong>el</strong>es de carnero. Asimismo, que luciera unas barbas onduladas y grasientas y, cosa más<br />

importante, un par de cuernos. Mas, tienes que perdonárm<strong>el</strong>o, no podré proporcionarte tal<br />

placer. Es más fácil forzarme a cambiar de alma que de vestimenta. Seguiré usando mis<br />

escarpines, me afeito cuidadosamente hasta dejar la pi<strong>el</strong> como troncho de col y no me he casado.<br />

»Querido maestro, espero que te llegue esta carta, quizás la última que te escriba. Nadie lo sabe.<br />

No tengo confianza alguna en las fuerzas ocultas, que, según dicen, protegen a los hombres. Creo,<br />

sí, en la existencia de fuerzas ciegas que hieren a derecha e izquierda, sin maldad, sin propósito<br />

pre¬concebido, y matan al que se ponga a su alcance. Si me fuera de la tierra (digo “me fuera”<br />

para no asustarte y para no asustarme yo mismo con la palabra apropiada), si me fuera, pues, mi<br />

deseo es que tengas salud, que seas f<strong>el</strong>iz ¡querido maestro! Me avergüenza decirlo, pero es<br />

preciso que lo diga, perdóname: yo también te he querido mucho.»<br />

Y debajo, escrito con lápiz y de prisa:<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 116

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!