13.05.2013 Views

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Escupió y se sentó.<br />

Afuera, en <strong>el</strong> patio, los mozos se habían agrupado para bailar. El hábil sonador de lira, Fanurio,<br />

acudió; apartaron la mesa, las latas de petróleo, la cuba de lavar, la cesta para ropa sucia, y una<br />

vez despejado <strong>el</strong> sitio iniciaron la danza.<br />

Llegaron los notables: <strong>el</strong> tío Anagnosti con su largo bas¬tón ganchudo, y la amplia camisa blanca;<br />

Kondomanolio, redondito y grasiento; <strong>el</strong> maestro, con recado de escribir sujeto a la cintura y una<br />

pluma en la oreja. El viejo Mavran¬doni no estaba presente. Había huido a la montaña, <strong>el</strong>udien¬do<br />

la persecución policial.<br />

–Me agrada veros reunidos, muchachos –dijo <strong>el</strong> tío Anagnosti alzando una mano–. ¡Me alegra que<br />

os divirtáis! ¡Comed y bebed y que Dios os bendiga! Pero no alborotéis. No debéis hacerlo. ¡El<br />

muerto oye; oye, muchachos!<br />

Kondomanolio explicó:<br />

–Hemos venido a levantar inventario de los bienes de la difunta, para distribuirlos entre los pobres<br />

de la aldea. Ha¬béis comido y bebido hasta hartaros. ¡Basta con <strong>el</strong>lo! ¡No arrebatéis nada más, si<br />

no, ojo con esto, desdichados!<br />

Y diciéndolo, agitaba <strong>el</strong> bastón amenazadoramente.<br />

Tras los antedichos, presentáronse una docena de mujeres desgreñadas, descalzas, harapientas.<br />

Cada una de <strong>el</strong>las llevaba un saco vacío bajo <strong>el</strong> brazo y un cesto de mimbre al hombro. Se<br />

aproximaron furtivamente, paso a paso, sin hablar.<br />

Al verlas, <strong>el</strong> tío Anagnosti estalló:<br />

–¡Eh, atrás, morenas! ¿Cómo? ¿Vinisteis al asalto? Aquí se han de anotar las cosas una por una en<br />

un pap<strong>el</strong> y luego se repartirán equitativamente entre los pobres. ¡Atrás, os digo!<br />

El maestro dispuso para las anotaciones la escribanía de cobre que le pendía de la cintura,<br />

desenrolló una hoja de pap<strong>el</strong> y se encaminó hacia <strong>el</strong> interior para dar comienzo al inventario.<br />

Pero en <strong>el</strong> mismo momento, oyóse ensordecedor alboroto, como golpear de cajas de hierro,<br />

volteretas de carretes ro¬dantes, destrozo de vajilla. Y en la cocina tremenda batahola de<br />

cacharros, de platos, de cubiertos.<br />

Corrió <strong>el</strong> viejo Kondomanolio sacudiendo <strong>el</strong> garrote. ¿Pe¬ro dónde sentar pie? Viejas, hombres,<br />

niños, salían por las puertas, saltaban por las ventanas, por encima d<strong>el</strong> cerco, llevando consigo<br />

cada cual lo que hubiera podido apañar: ollas, cacerolas, colchones, conejos... Algunos quitaron de<br />

sus quiciales las puertas y las ventanas y las cargaron al hombro. Hasta Mimito, <strong>el</strong> tonto, arrebató<br />

los zapatos de la difunta y los llevaba atados de un cordón al cu<strong>el</strong>lo, de modo que parecía que<br />

doña Hortensia salía a horcajadas, invisible, dejando a la vista sólo los zapatos...<br />

E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 215

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!