Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Se detuvo de pronto, como si lamentara las palabras pro¬nunciadas, como si creyera haber<br />
rev<strong>el</strong>ado algún secreto y quisiera retractarse.<br />
Apoyó la mano descarnada en mi hombro.<br />
–Eres joven –me dijo sonriente–, no prestes atención a lo que digan los viejos. Si la gente<br />
escuchara a los viejos pronto se acabaría <strong>el</strong> mundo. ¿Que pasa una viuda por tu camino? Pues hijo,<br />
¡sus!, ¡a <strong>el</strong>la! Cásate, ten muchos hijos, sin vacilar. ¡Los fastidios han sido creados para los jóvenes<br />
animosos!<br />
Llegué a mi playa, encendí fuego y preparé <strong>el</strong> té de la tarde. Me sentía cansado, con mucho<br />
apetito; comí, pues, glotonamente, entregándome por entero a esa voluptuosidad animal.<br />
De repente asomó Mimito por <strong>el</strong> ventanuco la chata cabe¬cita, me vio comiendo en cuclillas cerca<br />
d<strong>el</strong> fuego y sonrió malicioso.<br />
–¿Qué buscas, Mimito?<br />
–Patrón, vengo a traerte esto por encargo de la viuda... Un cesto de naranjas. Dice que son las<br />
últimas de su huerto.<br />
–¿Por encargo de la viuda? –dije yo cohibido–. ¿Y por qué me lo envía?<br />
–Por las buenas palabras que le dijiste a la gente de la aldea esta tarde, dijo <strong>el</strong>la.<br />
–¿Qué buenas palabras?<br />
–Yo no sé. Te repito lo que <strong>el</strong>la me ha dicho, nada más.<br />
Volcó <strong>el</strong> cesto sobre la cama. Toda la barraca quedó perfumada.<br />
–Dile que le agradezco <strong>el</strong> obsequio ¡Y que se cuide! Que esté alerta, que no aparezca por la aldea,<br />
¿entiendes? Que se quede en su casa unos días, hasta que se haya olvidado lo ocurrido. ¿Me has<br />
comprendido, Mimito?<br />
–¿Nada más, patrón?<br />
–Nada más. Vete, ahora.<br />
Mimito guiñó un ojo.<br />
–¿Nada más?...<br />
–¡Márchate!<br />
Se fue. Mondé una naranja, jugosa, dulce como mi<strong>el</strong>. Me tendí y quedé dormido, y toda la noche<br />
me vi paseando entre naranjos; soplaba cálido <strong>el</strong> viento, <strong>el</strong> pecho desnudo se me ensanchaba<br />
gozosamente; en la oreja llevaba colgada una ramilla de albahaca. Era yo un joven campesino de<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 134