Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
XVI<br />
En cuanto entró dentro de mi campo visual la playa de la mina, me detuve bruscamente: había luz<br />
en la cabaña.<br />
«¡Debe de haber regresado <strong>Zorba</strong>!», pensé con alegría.<br />
A punto estuve de echar a correr, pero no lo hice. «Es menester que disimule mi alegría», me dije.<br />
«Debo aparentar enojo y comenzar por reprocharle su conducta. Lo mandé con una misión<br />
urgente y se quedó allá doce días, tirando <strong>el</strong> dinero por la ventana y enredado con cantantes de<br />
poca mon¬ta. Es preciso que me le presente con aspecto enfurecido, no hay vu<strong>el</strong>tas.»<br />
Reanudé <strong>el</strong> avance a pasos lentos, para tener tiempo de enfurecerme. Ensayaba las apariencias de<br />
gran irritación, fruncía las cejas, cerraba <strong>el</strong> puño, adoptaba los gestos d<strong>el</strong> hombre encolerizado<br />
para despertar en mí enojo verdadero. Todo en vano. Al contrario, cuanto menor era la distancia<br />
que me separaba de él, tanto más alegrábaseme <strong>el</strong> alma.<br />
Me acerqué en puntas de pie y atisbé por <strong>el</strong> ventanuco iluminado. <strong>Zorba</strong>, arrodillado en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o,<br />
tras haber dado lumbre a la cocinilla se ocupaba en preparar <strong>el</strong> café.<br />
Se me ablandó <strong>el</strong> corazón y exclamé:<br />
–¡<strong>Zorba</strong>!<br />
La puerta se abrió de golpe. <strong>Zorba</strong>, descalzo, sin camisa, salió precipitadamente; alargó <strong>el</strong> cu<strong>el</strong>lo en<br />
la oscuridad, me vio, abrió los brazos; pero al instante se contuvo y los dejó caer.<br />
–¡Me alegro de verte, patrón! –dijo vacilante, inmóvil ante mí, y alargada la cara.<br />
Yo me esforcé por poner voz severa:<br />
–Me alegro de que te dignaras regresar –dije–. No te me acerques, desdichado, que apestas a<br />
perfume vulgar de mujerzu<strong>el</strong>a.<br />
–¡Ah, si supieras cómo me he lavado, sin embargo, pa¬trón! Me he almohazado como a un<br />
caballo, he cepillado mi maldita pi<strong>el</strong> antes de presentarme a tu vista. Mira, hace una hora que<br />
refriego y que rasco. Pero este condenado olor... En fin, ¿qué puede hacer sino irse a la postre? No<br />
es la pri¬mera vez que me veo en lo mismo y por fuerza tendrá que desaparecer quiera o no<br />
quiera.<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 143