Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
Zorba el griego. Nik.. - Mxgo.net
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Y apresuré <strong>el</strong> paso.<br />
<strong>Zorba</strong> meneó la cabeza y gruñó algo que no pude entender.<br />
Cuando hubimos llegado a la cabaña, se sentó con las pier¬nas cruzadas, apoyó <strong>el</strong> santuri en las<br />
rodillas y bajó la cerviz, abismado en profunda cavilación. Dijérase que estaba escu-chando, con la<br />
cabeza inclinada hacia <strong>el</strong> pecho, innúmeras m<strong>el</strong>odías, tratando de escoger una de entre <strong>el</strong>las, la<br />
más hermosa, o la más desesperada. Al fin, se decidió y entonó una canción desgarradora. De<br />
tanto en tanto, me miraba con <strong>el</strong> rabillo d<strong>el</strong> ojo. Yo comprendía que aqu<strong>el</strong>lo que no alcan¬zaba a<br />
decirme, o no se atrevía a decirme por medio de la palabra, lo expresaba por conducto d<strong>el</strong> santuri:<br />
que malgas¬taba mi vida, que la viuda y yo no éramos sino dos insectos cuya vida dura un segundo<br />
bajo <strong>el</strong> sol y luego se mueren para toda la eternidad. ¡Nunca más! ¡Nunca más!<br />
Se alzó <strong>Zorba</strong> de un brinco. Había advertido de pronto que se gastaba a pura pérdida. Apoyóse en<br />
la pared, encendió un cigarrillo, y al cabo de un instante:<br />
–He de confiarte, patrón –dijo–, algo que un hodja me espetó un día en Salónica; he de confiárt<strong>el</strong>o<br />
aun cuando no resulte de utilidad alguna.<br />
»–Yo recorría entonces como buhonero las tierras de Ma¬cedonia. Iba por las aldeas para vender<br />
carretes de hilo, agu¬jas, vidas de santos, benjuí, pimienta. Tenía voz adecuada, voz de ruiseñor.<br />
Es preciso que lo sepas: una de las cosas que conquistan a las mujeres es la voz. (Bueno, ¿qué cosa<br />
habrá que no las conquiste a esas zorras?) ¡Sabe Dios lo que se les remueve en las entrañas! El<br />
hecho es que aunque seas invá¬lido, cojo o corcovado, si tienes voz acariciadora y sabes usarla, las<br />
mujeres pierden <strong>el</strong> compás.<br />
»–Como buhonero llegaba hasta Salónica también, y hasta recorría los barrios turcos. Al parecer,<br />
pues, <strong>el</strong> timbre de la voz con que anunciaba mi mercadería había seducido a una rica musulmana,<br />
hija de un bajá, hasta <strong>el</strong> extremo de quitarle <strong>el</strong> sueño. Llamó <strong>el</strong>la a un viejo hodja, le llenó la mano<br />
de medjidiés: «Amán», le suplicó, «ve y dile al guiaur buho¬nero que venga. ¡Amán, es preciso<br />
que yo lo vea, no resisto más!»<br />
»–Vino en mi busca <strong>el</strong> hodja: «Oye, joven rumí», me dice, «vente conmigo.» «No voy», le contesto.<br />
«¿A dónde intentas llevarme?» «La hija de un bajá, fresca como agua de la fuente, te espera en su<br />
alcoba, joven rumí, ¡ven!» Pero sabiendo que degollaban de noche a los cristianos que se atrevían<br />
a vagar por los barrios turcos, le dije: «No, no voy.» «¡Cómo! ¿No alientas en tu pecho <strong>el</strong> temor de<br />
Dios, guiaur?» «¿Por qué habría yo de tenerlo?» «Porque, joven rumí, aqu<strong>el</strong> que pudiendo<br />
acostarse con una mujer no lo hace, comete un gran pecado. Si una mujer te invita a com¬partir su<br />
lecho, y tú te niegas a satisfacer su deseo ¡pierdes¬ <strong>el</strong> alma! Esa mujer lanzará un suspiro <strong>el</strong> día d<strong>el</strong><br />
gran juicio de Dios, y <strong>el</strong> suspiro de esa mujer, seas tú quien fueres y por más que abonen en tu<br />
E-Book Descargado de http://www.mxgo.<strong>net</strong> Página 85